Reina y Madre del pueblo rociero,
que con Tu amor perdonas el desvío
que aparta al peregrino del sendero!
Eres fuente de luz, tranquilo río
que endulza con su paz salobre estero,
eres puerto seguro del navío
del desesperanzado marinero.
¡Dios Te salve, María del Rocío!
¡Escucha el son de este tamborilero
que Te llama en la noche y en el frío
por ver los rizos bajo Tu sombrero!
¡Vuelve Tus ojos, Madre, hacia el gentío!
¡Alúmbranos de luna y de lucero!
¡Llévanos con Tu amor de este baldío
al campo del Pastor del mundo entero!
Te lo pedimos Virgen del Rocío,
por Tu clemencia, de dulzor venero,
que a pesar de caer en desvarío
lleguemos hasta el Cielo rociero.
Peregrino, Romero, Hermano mío:
para abrazar al Niño del madero
hay que cantar con corazón sincero:
¡Dios Te salve María del Rocío!
(Salve escrita por D. Manuel J. Perales Gómez)
Aldea de El Rocío |
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