jueves, 31 de diciembre de 2020

Memorias de 2020

 

Se acaba 2020. Se marcha este año tan atípico y nefasto, tan cruel y despiadado con tantas personas que han muerto solas y abandonadas en nuestro país y el resto del mundo. Algo así no se puede olvidar y nunca lo olvidaremos. A pesar de todo, aún me quedan algunas pocas escenas que compartir. Ojalá que haya salud, trabajo, paz y amor para todos en 2021.

















martes, 15 de diciembre de 2020

Como si fuéramos de aquí

 

Somos de aquí. Quizá lo seamos demasiado. Tal vez seamos cada vez más de aquí sin que ello nos importe o nos produzca la menor inquietud. Pero tengo muy claro que el problema es seguir empeñados en ver las cosas desde aquí. Eso es lo que verdaderamente nos trae de cabeza. Sólo vemos las cosas desde aquí y se nos olvida que también está lo de allí, lo del otro lado, aquello de lo que huimos porque es lo que nos han enseñado desde el primer día. No nos damos cuenta de que actuar así es lo que termina condicionando en gran medida nuestra existencia y nos acaba dictando la manera de vivir cada día creyendo a ciegas que esa es la única forma de recorrer la vida. No podemos ni debemos ser tan limitados ni tan pobres de horizontes. Aprendamos que vivimos en lo de aquí, pero que también nos espera lo de allí, tan inmenso y tan diferente a lo de aquí. Que el mundo no termina exactamente aquí, que no podemos pensar en lo de aquí como si no hubiera más y que estando aquí todavía es posible aligerar nuestra carga pensando en la perspectiva de la creación que tienen allí.



martes, 24 de noviembre de 2020

Sebastián Santos Rojas: 125 años de su nacimiento

Recientemente hemos tenido el gusto y el privilegio de visitar la exposición retrospectiva dedicada a la vida y obra del imaginero Sebastián Santos Rojas. Organizada por la Excma. Diputación Provincial de Huelva con motivo de los 125 años del nacimiento del artista oriundo del pueblo onubense de Higuera de la Sierra, ha tenido lugar entre el 28 de octubre y el 21 de noviembre en la Sala de la Provincia ubicada en la avenida Martín Alonso Pinzón, más conocida popularmente como Gran Vía, en Huelva. 


Cartel anunciador


Verdaderamente hemos disfrutado mucho recorriendo esta muestra dedicada a Sebastián Santos porque nos ha permitido descubrir obras desconocidas que se encuentran repartidas por gran parte de nuestra geografía provincial y también fuera de ella. Además hemos conocido nuevos datos y aspectos de su vida muy interesantes que hacen más atractiva aún su figura si cabe. Deja muy buen sabor de boca la visita perfectamente diseñada y guiada por la Sala de la Provincia.

Gubias de Sebastián Santos Rojas


El sueño de la Divina Pastora


Santa Lucía


San Juan Evangelista


San Pablo


Busto de Jesús Nazareno


Busto del Cristo de la Sagrada Cena


Simón Cirineo


Simón Cirineo


San Sebastián


Simón Cirineo


Simón Cirineo

Hacen falta eventos culturales como éste en la capital onubense. Expresamos desde este artículo nuestra enhorabuena a la Excma. Diputación Provincial de Huelva por traernos uno de estas características y nuestro agradecimiento al comisario de la exposición, Jesús Ricca, que tuvo la gentileza de proporcionarnos un catálogo de la exposición, publicación que resulta ser una verdadera joya. 


Catálogo de la exposición


sábado, 17 de octubre de 2020

Microrrelatos (21): Como un parpadeo

Nunca jamás había existido semejante oscuridad. Antes de aquello era casi una desconocida porque hasta en las noches cerradas y profundas, surgían antares, sirios y aldebaranes henchidos de luz a raudales capaces de iluminar los más lejanos rincones del universo conocido. Nada escapaba al enorme poder que su brillo cegador poseía. Y sin embargo, por un breve instante que ni la blancura radiante de ese tropel celestial hubiera podido sospechar, aquella augusta luminosidad parpadeó y se hizo débil frente a la aterradora negrura que asomó de los confines. Un humilde parpadeo que nada pudo alcanzar cuando oyó persuadido la Voz aceptando abrumado su imposible existencia.



lunes, 22 de junio de 2020

El imperio de la estupidez, la ignorancia y la vulgaridad

El error imperdonable es haber elegido hacerlo mal pudiendo haberlo hecho bien, incluso teniendo los medios humanos y económicos junto a las capacidades tecnológicas a su alcance para haberlo hecho bien, como se debían haber hecho las cosas. Lo imperdonable es haberlo hecho peor de lo que cabía esperar pudiendo haberlo hecho mejor. Y con el espantoso agravante de que la tragedia está llevándose por delante miles de vidas inocentes a modo de genocidio con el consiguiente e imborrable daño para todos sus seres queridos, por no hablar del impacto económico y laboral que se avecina de forma inminente en España.

Con todo, el enemigo más temible no era ese virus maldito, creado y diseminado sabe Dios por quién o quiénes, sino la terrible y gigantesca ola de decadencia cultural y moral que asola occidente a su antojo y en particular a España. La estupidez, la ignorancia y la vulgaridad han terminado por acomodarse con todas nuestras bendiciones en una gran parte de la población. Dan igual la edad, el sexo, la condición económica, la capa social u otros parámetros. Todo ello en nombre de una supuesta igualdad de razas y sexos, que no de géneros, como tan equivocadamente se está proclamando en estos tiempos. Igualdad que unas veces conviene defender y otras no tanto, según el viento que sople y el interés de quien despliegue sus velas.

Definitivamente la estupidez campa a sus anchas haciendo y deshaciendo, manipulada por la ignorancia arrastrada desde hace décadas fruto de la alarmante degeneración académica y humana auspiciada por los innumerables giros de los planes educativos de nuestros sucesivos gobiernos. Así de claro y así de sencillo. Definitivamente la estupidez invade las calles de nuestras ciudades revestida de la más vergonzosa vulgaridad. Esa vulgaridad que desprecia la excelencia y el esfuerzo en los estudios y en el trabajo, el buen gusto en las maneras y hasta lo bello en cualquiera de sus variadas expresiones. Nada escapa a esos tres espantosos pilares que sostienen esta lamentable y atroz decadencia en la que cada vez nos vemos más inmersos con el pasmoso beneplácito de quienes debieran vigilar y hacer vigilar que no se diera un sólo paso atrás, quizá porque quieran aprovecharla ignominiosamente para terminar de destruir lo que queda de España. La estupidez trae envilecimiento, la ignorancia trae empobrecimiento y la vulgaridad trae embrutecimiento, y fatalmente unidos acaban en odio, vesania y destrucción por dondequiera que pisen.

Mancillar, vandalizar, derribar y pisotear estatuas y monumentos públicos dedicados a personajes de la historia que aportaron su existencia al desarrollo del conocimiento y el progreso de la humanidad en nombre de un cuestionable revisionismo histórico, no conseguirá que su huella se borre, no logrará que su enorme altura histórica desaparezca. No tiene el menor sentido arremeter contra quienes, en el marco del momento histórico que les tocó vivir, hicieron lo que consideraron mejor para nuestra especie, y así se lo han reconocido los siglos venideros y todas las generaciones que los han habitado. Es de pura y lastimosa ignorancia pretender negar siglos de historia, siglos de progreso y avance en el conocimiento del ser humano con sus luces y sus sombras, por supuesto. 

Faltan libros y sobran derribos.

Falta escuchar y sobra gritar.

Falta pensar y sobra quemar.

Falta sentido común y sobra violencia.

Falta cordura y sobra estupidez.

Falta cultura y sobra ignorancia.

Falta excelencia y sobra vulgaridad. 

Jesucristo, Isabel la Católica, Colón, fray Junípero Serra, Cervantes, George Washington, Churchill y tantos otros que ahora ven manchado su nombre y honor por mano de la sinrazón, representan la historia, nuestra historia y nuestro pasado, pero no conduce a nada pretender juzgar el pasado con los ojos del presente como tampoco se puede comparar el pensamiento de alguien que vivió en el siglo XV con el de alguien nacido en el XXI. ¿Hacemos desaparecer también todo lo que tenga que ver con las civilizaciones de Egipto, Grecia o Roma que tanta mano de obra esclava emplearon? Es absurdo e irracional, es negar de dónde venimos y hacernos daño gratuitamente sin recibir nada a cambio.

Esa historia y ese pasado son, a fin de cuentas, los de esta aldea global que hemos consentido en los últimos lustros entre ingenuas sonrisas y aplausos engañosos. Tal vez estemos empezando a darnos cuenta de que no era tan beneficioso ni tan necesario dejar abiertas las puertas de par en par permitiendo que cualquiera entrase, viniese de donde viniese, trajera lo que trajera, incluidos los virus, la estupidez, la ignorancia y la vulgaridad sin límites. 

 


viernes, 3 de abril de 2020

La vida en el alma

Dijeron que lo mejor era no abrir las puertas del corazón ese año. Recomendaron encarecidamente que cada uno recogiera en silencio las velas del sentimiento porque el viento de los mejores recuerdos no soplaría en aquella ocasión. Pero se olvidaron a conciencia de que nadie puede esconder en un cofre la sonrisa de la primavera como si un gorrión cautivo fuera. Se olvidaron de que no es posible prohibir lo que se guarda a fuego oculto en el alma: la vida. La vida misma que desde el primer día configura y da forma a la existencia de quienes detienen sus pasos si escuchan los sones de la tarde dorada, la vida de quienes fijan la mirada cuando pasa ante ellos una ráfaga de incienso ceñida al ruán y el esparto de las horas señaladas.

Aunque las calles permanezcan vacías de humanidad encendida en melodías, fragancias, estampas y acordes; aunque no veas, no escuches, no huelas ni pruebes la dulzura que con lealtad trae el crisol de las emociones más antiguas que custodias sellando tu mejor identidad, todo lo que conoces volverá a ocurrir en tu memoria de plata, cada una de las escenas que atesoras volverá a cobrar aliento en las calles de tus mayores al amparo de aquellas hermosas palabras que tanto te enseñaron. Nada te turbe, nada te espante, mantén la calma, cada día y cada hora tendrán un nuevo sentido si, como siempre has procurado, sigues guardando la vida en el alma.