miércoles, 4 de abril de 2018

Semana Santa de 2018



Se nos marchó la Semana Santa de este año 2018. Pasó por la ciudad dejando una inconfundible estela de luz e incienso que nos colmó cariñosamente los sentidos como siempre ocurre en la solemne conmemoración primaveral de Cristo nuestro Señor.


El cronista compartió vísperas con los hermanos de la Misericordia en Huelva, en la casa que le abrió generosamente sus puertas años atrás para que aprendiera a recorrer el nuevo camino de su vida.


Posteriormente, en Sevilla, la cofradía seria de las Penas de San Vicente le trajo emotivas memorias a su paso. Aquella tarde, vio pasar rozando ante sus ojos el Traslado al Sepulcro que más hiere la conciencia y el corazón entre los mortales, y allí mismo aparece Santa Marta.


Junto a las viejas murallas del Alcázar volvió a contemplar, como otros años, la eterna lección universitaria de un dulce crucificado que, pareciendo dormido, se deja acunar por su Buena Muerte.



El Miércoles por la mañana visitó en su magno templo los hermosos pasos de la Hermandad de San Bernardo y a los pies del Cristo de la Salud recordó emocionado otros tiempos que tanto le enseñaron. 



Y también volvió a recibir el privilegio de seguir a Jesús Nazareno en la Santa Madrugada de Dios, llevando una escalera para ayudar a que nunca faltara la humilde luz del paso y hacer llegar las oraciones por sus intenciones.


Al siguiente día, cruzaron ante él la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad bajo palio de la cofradía de la Carretería, la Soledad de San Buenaventura saliendo de la catedral, Jesús de las Tres Caídas de San Isidoro, y también pudo acompañar en su recorrido el portentoso misterio que representa el paso de la Sagrada Mortaja. Fue muy solemne y hasta estremecedor. Todo empezó a terminarse cuando en el Arenal, reposaba ante él, el Cachorro mirando al cielo de su Padre y posteriormente continuar hasta Triana.



Si Dios quiere, regresará el año que viene a renovar las oraciones y los amores que le inculcaron desde niño por el Señor y su bendita Madre, teniendo presentes a los suyos que ya fueron llamados a su celestial presencia. Amén. 
Laus Deo.