sábado, 26 de febrero de 2011

Carnaval

Quiero a la ciudad de Cádiz, por diversas razones. Quienes me conocen bien lo saben. Mis vínculos con ella son variados y es algo que llevaré toda mi vida, no puedo renunciar ni despojarme de ello. Tampoco tengo interés alguno en hacerlo. Siempre he sabido apreciar el fino encanto de sus calles y sus plazas o disfrutar de la gracia con que sus habitantes impregnan su forma de hablar o comportarse en el trato diario. ¿Cómo no quedar sorprendido ante la suntuosidad de las casas indianas o la hermosura de sus iglesias, plazas o balcones que dan a la bahía? ¿Cómo no deleitarse con las ocurrencias de sus paisanos disfrazando con humor del mejor, el panorama cotidiano de nuestras vidas?

Sin embargo, por desgracia, empiezo a notar desde hace algunos años cierto tufillo molesto a rancia libertad, democracia malentendida, derechos humanos adulterados, obligaciones secuestradas, ética pisoteada y moral machacada, alrededor de su universalmente conocido carnaval. El último episodio ha sido este año. No, mire usted, no. No es de recibo que mi querida ciudad de Cádiz se divierta en sus días de carnaval permitiendo actuar en el admirable Gran Teatro Falla a ciertas agrupaciones que incluyen entre sus letras mofas, sarcasmos e ironías a cuenta del trágico acontecimiento ocurrido el año pasado en la Basílica del Gran Poder en Sevilla. No parece que sea razonable ni necesario valerse de este suceso en contra del Señor para poder justificar determinada actuación en el concurso de agrupaciones. Es muy lamentable que se agreda impunemente e insulte a las devociones y a los sentimientos más íntimos de las personas para disfrutar unos días de fiesta. No es humano ni valiente reírse del daño y el dolor ajenos. Se equivocan quienes piensen así. Es impropio del Cádiz que he conocido toda mi vida, no lo reconozco. Podría desarrollar mucho más el tema pero creo que ya no es necesario a estas alturas. Porque se me ocurren muchas más cosas pero es preferible dejar lo escrito hasta aquí.

Me asiste el consuelo de que aún nos queda por celebrar el Triduo de Carnaval en desagravio al Santísimo, a Dios en cualquiera de sus muy respetables, veneradas y sagradas imágenes seculares que pueblan nuestra tierra andaluza, incluida Cádiz.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Trigésimo aniversario de la razón

Conservo mis recuerdos de aquella noche que fue de cierta incertidumbre porque veía a los adultos preocupados y asustados, con una actitud inusual. Algo pasaba y no era bueno para nosotros. Ocurría en Madrid y la televisión había dejado de emitir o emitía muy poco. Luego supe que unos hombres habían invadido el Congreso de los Diputados sin permiso y lo habían puesto patas arriba. Sin embargo, triunfó la razón entendida como la justicia, la rectitud, el orden y el método a la hora de hacer las cosas. No cabía otra opción que no fuera un dislate, un despropósito. Afortunadamente no hubo daños personales que lamentar y todo se resolvió con templanza y buen ánimo. Lo demás es historia.

Ahora, treinta años después, uno puede volver atrás con mayor perspectiva y agrupar los recuerdos, lo leído, lo escrito, lo oído y lo pensado y sacar con este crisol de conceptos las conclusiones más o menos acertadas que sirvan para aclarar ideas en la mente. Está claro que asistimos como nación a una noche de madurez acelerada en que hubimos de crecer y progresar a marcha forzada o perdíamos el paso del desfile. Es como cuando antiguamente había que lanzarse a la carrera para coger el tren que ya estaba andando o lo perdías para siempre. Igual. Digamos que fue una oportunidad que nos brindó el destino para reafirmar los principios elementales en los que el pueblo quería que se sustentara el devenir de España. Apostar por ellos definitivamente contra todo aquello que quisiera oponerse. El país se incorporaba a lo que quedaba de siglo XX y se preparaba para entrar con mejor o peor pie al XXI que es posible que aún no haya entrado, pero esa es otra historia.

Hace años conocí a un buen hombre que era soldado en Valencia aquella noche, hacía la mili, y formó parte del contingente militar que sacó los tanques a la calle como medida de precaución ante lo que pudiera estar avecinándose. Lo contaba con una mezcla de orgullo y horror. Y ese regusto es el mismo que le quedó a los españoles después de la experiencia: orgullo y horror. Orgullo por haber sabido resolver aquel episodio con toda la paciencia y la madurez necesarias, pero también horror al pensar en lo que podría haber ocurrido si no se hubieran dado los pasos adecuados en los momentos más señalados. Y en fin, horror al atisbar la posibilidad de perder todo lo ganado hasta entonces en cuanto a estabilidad política y opciones de progreso económico y cultural. Todo por lo que se había luchado años antes. Era demasiado perder.


Siempre he pensado que España salió reforzada y victoriosa de aquel trance pero que también de alguna manera perdió cosas que no tenía por qué perder, no tenía por qué prescindir de ellas tan resueltamente si no hacía falta desprenderse de ellas. Fue un punto de inflexión en nuestra historia y desde luego fue el punto de partida para todo lo que ha sucedido posteriormente. Puede que fuera necesario y hasta higiénico volver la vista atrás y analizar cómo éramos entonces, en qué éramos mejores que ahora, cómo era España en aquellos días, en qué era mejor España, y pensar qué cosas convendría recuperar de nuevo por el bien de todos, por el bien de nuestra nación.

martes, 22 de febrero de 2011

Muchas felicidades

Conforme pasan los años y la vida transcurre, nos hacemos viejos, nuestro organismo envejece y los achaques propios empiezan a recordarnos que nada es eterno. Efectivamente, estamos de paso en este mundo y de la misma manera que nuestro cuerpo comienza su andadura fresco y lozano, también tiende a estropearse para poder justificar su marcha definitiva. Todo eso lo sabemos. Pero la mente, el espíritu o el alma permanecen inalterables a lo largo de ese mismo viaje. En todo caso crecen en sabiduría, en experiencia, en saber hacer y estar, en generosidad, en empatía y hasta en misericordia. Y ese es el bagaje que todos debemos cargar con esmero y cuidar todos los días porque es nuestro mejor embajador vayamos donde vayamos. Tú también sabes todo esto. Hoy tu maleta pesa un poco más, un año más. Un poco más de carga en el equipaje. Pero no te preocupes, no hay que darle tanta importancia como hoy se le quiere dar. Porque llegar hasta donde tú lo has hecho es motivo de alegría y orgullo. Poderlo contar y haberlo vivido y disfrutado. Y lo mejor: poder compartirlo con los demás.

¿Qué te voy a contar yo que me acuerdo nítidamente de aquella mañana en que soltaste mi mano de la tuya en la fila de niños que me habría de conducir a mi primer aula de educación general básica? Pues sí, allí estabas para acompañarme y asegurarte de que comenzaba con buen pie mi periplo académico en la vida. De la misma forma que también has estado para asistirme en tantas otras ocasiones en que me ha hecho falta tu presencia, tu consejo, tu palabra, tu protección, tu amparo, tu valía, tu conocimiento, tu pensamiento, tu opinión, tu ciencia, etc. Estas son las propiedades que has compartido siempre conmigo. Casi nada.

Por todo eso y mucho más, hoy quiero felicitarte. Porque has llegado hasta aquí con el deber cumplido sobradamente, y quiero proclamar mi agradecimiento por todo lo que he recibido de ti, todo lo que me has dado, y desear que los próximos años te sigan tributando mayores cotas de sabiduría, generosidad, empatía y misericordia.

Como siempre, recibe mi cariño más afectuoso y el deseo sincero de que el Señor guíe tus pasos e ilumine tu camino con largueza.

Muchas felicidades, panforrito, y que vengan más…

lunes, 21 de febrero de 2011

Amistad

Aseguran que es el mayor tesoro que un ser humano puede albergar: sus amigos. Creo que es verdad, sin ellos no somos nada, casi nada. Por uno mismo y su naturaleza se puede ser un individuo concreto con todas sus atribuciones, pero los que nos dan la justificación y definen quiénes podemos llegar a ser, son nuestros amigos. El refrán que dice dime con quién andas y te diré quién eres es muy cierto. Aparte se encuentra la familia, que bajo mi punto de vista es el bastión sobre el que se debe sustentar el desarrollo social de la persona, pero nada como los amigos, y si son buenos amigos entonces miel sobre hojuelas. Y es que los buenos amigos, los que se llevan siempre en el corazón, esos son los que dan sentido a la vida de cada persona y la ayudan a crecer en confianza y seguridad.

Por eso hoy quiero dedicar mis letras a la amistad, a los buenos amigos y a todos aquellos que dicen poseer este tesoro. Porque con ellos hemos aprendido valores imprescindibles en la vida como son la lealtad, la fidelidad o la confianza, y además compartimos alegrías, penas, triunfos y derrotas. Pero pienso que lo más importante es saber que pase lo que pase siempre estarán ahí aunque transcurran los meses y los años sin verles, no importa, la mano tendida y la sonrisa presta nunca van a dejar de estar. Tener un buen puñado de grandes amigos es garantía de no caminar solo en la vida y crecer siempre en riqueza espiritual bajo el amparo del cariño y la lealtad que nunca dejan de brindarnos. Gracias, muchas gracias a todos mis amigos.

martes, 15 de febrero de 2011

Mil

Cuando este blog nació a finales de Febrero de 2010 sólo me planteé un objetivo que a la vez era una ilusión: servir de medio de comunicación con otras personas a través de mis fotos y de mi escritura. Nunca imaginé que fuera a tener tantas visitas y con tanta frecuencia como para llegar a las 1.000.

En un año que se cumple dentro de poco, el blog ha cambiado de aspecto una vez que abandoné el fondo negro y pensé que era mejor uno claro de forma que la lectura fuera más cómoda aunque perdiera en seriedad y quizás elegancia. Prefería que mis lectores estuvieran cómodos. He ido incluyendo nuevos elementos para enriquecer el formato de manera que no todo sean los artículos. Tengo pendiente publicar más artículos, con más frecuencia de lo que vengo haciendo porque no me gusta que el blog pase tantos días sin ver nada nuevo y es que cada día hay motivos más que suficientes para publicar algo distinto. El caso es que hace falta tiempo y a veces pasan días sin que pueda siquiera visitar mi propio blog.

A pesar de todo he llegado a las 1.000 visitas y estoy muy agradecido a mis lectores que sé que los hay repartidos por el mundo y que son asiduos de este blog. A todos ellos va dirigido mi agradecimiento, toda mi gratitud por dar mayor sentido a mi pequeña y humilde obra. Seguiremos en contacto… Caminando a la luz del sol.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Observaciones

Uno lleva muchos años creciendo y tratando de evolucionar que no involucionar. Uno ha aprendido en todos estos años muchas cosas que sus mayores le han ido enseñando con cuidado y afecto. Y al adquirir pleno uso de la razón es capaz de discernir todo aquello que es susceptible de ser tomado como principio irrefutable – indiscutible -, para formar parte de las columnas elementales en las que sustentar el resto del viaje por la vida. Creo que con ellos tenemos garantizada la brújula que nos guíe en la mayor parte de las ocasiones difíciles que se nos presenten. Y de entre esos principios conservo el de la comunicación sin fronteras íntimamente relacionado con el de la libertad de los individuos y colectivos que permite generar confianza y capacidad de desarrollo. Siempre quedó claro y transparente que la contraposición - la antítesis -, venía dada por la censura irracional, la prohibición a discreción y la imposición por la fuerza. No eran los caminos que al hombre hicieran prosperar, no eran los caminos de la libertad ni de la razón. Prohibir e imponer, aislar e incomunicar.

Detestable y espantoso resulta que bien entrado el siglo XXI aún haya quién intente prohibir, imponer, aislar e incomunicar a los hombres. Nunca trajeron nada bueno estos modos, siempre desgracia. Nunca fueron los caminos ni los principios que la historia ha enseñado a la humanidad para progresar. Nunca.