Como tantas veces sucede al ser humano, las personas que forman parte de su vida dejan huella en mayor o menor medida según sean el afecto, el tiempo compartido y el mutuo entendimiento. A mí también me ha sucedido, gracias a Dios. Tengo a buen recaudo en la memoria y el corazón, el recuerdo de aquellas que me dieron lo mejor que podían ofrecer sin esperar nada a cambio. Yo nunca hubiera imaginado poder escribir estas líneas pero hoy me invade, inevitablemente, el dulce recuerdo de la encantadora señora que conocí desde niño y quisiera dedicarle mis letras con el mismo cariño que ella me entregó cada instante de su vida.
No era una mujer cualquiera. Nacida y criada en la vieja Castilla, no pasaba desapercibida, ni siquiera para el resto de las mujeres. Era esbelta como el cipariso, fuerte y resistente como el roble asturicense y hermosa como la mañana de primavera que se engalana de rubios soles y níveos azahares. Pero eran sus ojos azules y la mirada serena de su rostro los que le daban esa gracia particular que a nadie pasaba inadvertida; y eran sus maneras y su educación intachable las que le hacían destacar entre todos los que pudieran encontrarse a su lado. Elegante como el vuelo de la golondrina que estrena la vida, y prudente como quien ya sabe con certeza que las respuestas de las cosas terminan siempre por llegar, era también temerosa y fiel a su Dios, al de sus padres y abuelos, y devota entregada al amor de Santa María Virgen a quien se dirigía con toda confianza y dedicación. De Ellos se sentía inquebrantablemente amparada cada hora de su existencia. Y de esa actitud y estilo de vida daba constante ejemplo desde que la conocí siendo muy pequeño y así nos lo transmitió a todos los que tuvimos la fortuna de estar cerca de ella. Maestra de profesión, también fue madre de cinco hijos, abuela de once nietos y bisabuela de tres bisnietos. Tuvo la dicha de disfrutar sobradamente de su cumplida maternidad. A todos nos esperaba siempre en su casa con esa ilusión tan especial que nunca disimulaba, y a todos tenía siempre algo que darnos o decirnos en cada encuentro.
La recuerdo nítidamente en la plenitud de su definitiva madurez, una tarde cualquiera de aquellos años en Cádiz o Huelva, dispuesta a salir a la calle conmigo prendido de su cuidadosa mano. Con cualquier cosa que se pusiera estaba guapa y primorosa, pero acostumbraba a vestir falda larga con camisa y rebequita por encima. Además calzaba zapatitos con su poquito de tacón y medias a juego con todo el conjunto anterior. Y para completarlo, aquel abrigo beige que le cubría hasta las rodillas dándole un aire de distinción y sencillez poco igualable. Así, colmada de tanta belleza, la llevo conmigo en mi equipaje elemental de imágenes imborrables.
Cádiz, Castillo de Santa Catalina en primer término. |
Nada más se pudo hacer por detener aquello que nos la quería arrebatar, y un día como el de hoy, hace ya siete largos años, aquella distinguida joven se marchó de nuestro lado para iniciar su último viaje y no regresar nunca más. En la noche cerrada de aquel mes de mayo, irremediablemente me solté de su delicada mano como balandro que suelta amarras de su último puerto, y sólo pude acudir a Juan Ramón para aprender por fin, aquellos lejanos versos que lograban suavizar su enorme ausencia:
Si quieres que entre las rosas
ría hacia los matinales
resplandores de la vida,
sea lo que Tú quieras.
Si quieres que, entre los cardos,
sangre hacia las insondables
sombras de la noche eterna,
sea lo que Tú quieras.
Gracias si quieres que mire,
gracias si quieres cegarme;
gracias por todo y por nada;
sea lo que Tú quieras.
Lo que Tú quieras, Señor;
Gracias si quieres que mire,
gracias si quieres cegarme;
gracias por todo y por nada;
sea lo que Tú quieras.
Lo que Tú quieras, Señor;
sea lo que Tú quieras.
Huelva, pabellones militares. |
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ResponderEliminarQue bonito homenaje! seguro que tu abuela desde el cielo estará muy orgullosa de ti. Besooooos
ResponderEliminarLas lagrimas corren por mi rostro segun iba leyendo y descubriendo que era mi madre de quien escribia y tambien que era mi sobrino quien lo hacia.Mil gracias Luis, que bonito recuerdo
ResponderEliminar¡Preciosas palabras dedicadas a nuestra preciosa y querida abuela!
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