miércoles, 16 de mayo de 2018

Mejor no planifiques tanto


Es cierto, pertenecemos a una sociedad en la que cada paso que damos está pensado, planificado y programado con exagerada anticipación muchas de las veces, sin apenas darnos cuenta de que cuando llega el momento del acontecimiento, casi no nos causa ninguna emoción destacable que llevarnos.

Sin embargo, también es posible que alguna vez nos hayamos encontrado con una experiencia no prevista, no pensada ni planificada con tanta antelación como ya acostumbramos, y entonces resulta que la disfrutamos con verdadera intensidad, con los sentidos desbordados ante la enorme sorpresa que nos rodea. Las emociones que se desencadenan junto a las sensaciones son de tal magnitud que se quedan grabadas profundamente hasta el punto de casi dejarnos aturdidos preguntándonos: “¿Y cómo ha podido ocurrir todo esto si yo no lo había organizado para que saliera tan bien como ha salido?” Estas ocasiones son las que suelen quedarse en el recuerdo más reservado, estas son las veces que posteriormente traeremos a nuestras conversaciones reviviéndolas una y otra vez porque las emociones surgidas son las que nos marcan y dejan huella para siempre.


Dedicar tanto tiempo y esfuerzo en preparar algo, puede llegar a desnaturalizarlo o desvirtuarlo, y cuando estamos en el momento de la verdad sólo nos queda la molesta impresión de llevar demasiados días e incluso semanas inmersos en dicha experiencia por lo que ya no resulta tan atractiva ni apetecible como en un primer momento. Uno se ve extrañamente saturado.

Por eso, recomiendo, en un mundo como el de hoy y a esta hora, en lo posible no planificar tanto la vida, las experiencias y los eventos que nos esperan, y aceptar esas ocasiones que a veces se presentan de repente dejando margen generoso a la improvisación, a la sorpresa, a la aventura y permitir a las emociones liberarse, desencadenarse con albedrío para encontrarse con nosotros tranquilamente. Seguro que podemos terminar construyendo algo tan interesante que merezca la pena ser conservado en el baúl de los recuerdos.