Lloran los pinos del Coto,
despidiendo a las carretas.
Despidiendo a las carretas
lloran los pinos del Coto
despidiendo a las carretas
que ya se van poco a poco
por el camino de vuelta.
Solo se queda el Palacio
solo se queda el camino
sola la Raya y el Quema
los carriles con los surcos
que dejaron las carretas.
Todo se va terminando
todo se va terminando
como un sueño que se aleja
pero la Blanca Paloma
en mi corazón se queda.
(Letra de A. Santiago / G. Hurtado)
martes, 29 de mayo de 2012
domingo, 27 de mayo de 2012
Rocío, en la aldea
“Pasado el tiempo, la grandeza de esta fiesta nos sigue reuniendo gozosos en torno a la Madre de Dios, a la Virgen del Rocío. Porque, efectivamente, así fue. Igual que hoy hacemos nosotros, los Apóstoles estaban reunidos alrededor de María, la Madre del Maestro, y después de oír un ruido procedente del cielo como el de un viento impetuoso al pasar, recibieron el don visible del Espíritu en forma de lenguas de fuego posadas sobre cada una de sus cabezas, y comenzaron a hablar en otras lenguas según el Espíritu les concedía expresarse, adquiriendo así Pentecostés un significado especial para la Iglesia como fiesta de la unidad, anticipo y promesa de la unidad de todas las naciones del mundo entero mediante la divulgación del cristianismo por medio del Evangelio.”
(Tomado de la presentación del pregón a la Hermandad de Ntra. Sra. del Rocío de La Palma del Condado pronunciado por D. Manuel J. Perales Gómez el 4 de mayo de 2002.)
Nuestra Señora del Rocío, Patrona de Almonte (Huelva) |
viernes, 25 de mayo de 2012
Rocío, camino de ida
¡Dios Te salve, María del Rocío,
Reina y Madre del pueblo rociero,
que con Tu amor perdonas el desvío
que aparta al peregrino del sendero!
Eres fuente de luz, tranquilo río
que endulza con su paz salobre estero,
eres puerto seguro del navío
del desesperanzado marinero.
¡Dios Te salve, María del Rocío!
¡Escucha el son de este tamborilero
que Te llama en la noche y en el frío
por ver los rizos bajo Tu sombrero!
¡Vuelve Tus ojos, Madre, hacia el gentío!
¡Alúmbranos de luna y de lucero!
¡Llévanos con Tu amor de este baldío
al campo del Pastor del mundo entero!
Te lo pedimos Virgen del Rocío,
por Tu clemencia, de dulzor venero,
que a pesar de caer en desvarío
lleguemos hasta el Cielo rociero.
Peregrino, Romero, Hermano mío:
para abrazar al Niño del madero
hay que cantar con corazón sincero:
¡Dios Te salve María del Rocío!
(Salve escrita por D. Manuel J. Perales Gómez)
Reina y Madre del pueblo rociero,
que con Tu amor perdonas el desvío
que aparta al peregrino del sendero!
Eres fuente de luz, tranquilo río
que endulza con su paz salobre estero,
eres puerto seguro del navío
del desesperanzado marinero.
¡Dios Te salve, María del Rocío!
¡Escucha el son de este tamborilero
que Te llama en la noche y en el frío
por ver los rizos bajo Tu sombrero!
¡Vuelve Tus ojos, Madre, hacia el gentío!
¡Alúmbranos de luna y de lucero!
¡Llévanos con Tu amor de este baldío
al campo del Pastor del mundo entero!
Te lo pedimos Virgen del Rocío,
por Tu clemencia, de dulzor venero,
que a pesar de caer en desvarío
lleguemos hasta el Cielo rociero.
Peregrino, Romero, Hermano mío:
para abrazar al Niño del madero
hay que cantar con corazón sincero:
¡Dios Te salve María del Rocío!
(Salve escrita por D. Manuel J. Perales Gómez)
Aldea de El Rocío |
lunes, 21 de mayo de 2012
Microrrelatos (3): Ausencias y soledades
-Cuando lleguéis me llamáis, por favor. Hay mucho tráfico en la carretera y me quedo preocupada. No os olvidéis.
No podía evitarlo, era superior a sus fuerzas. Separarse de ellos era muy duro y emocionalmente suponía un esfuerzo enorme. Aunque sólo fueran dos días de aquel fin de semana, pero pasar las horas sin verlos ni oírlos era demasiado para ella. Sin embargo, lo peor no era la distancia, ni el tiempo, ni siquiera el posible tráfico. No. Lo peor era, sin duda, pensar en la inmensa soledad que le perseguiría para siempre si ellos no regresasen…
lunes, 14 de mayo de 2012
La joven del abrigo beige
Como tantas veces sucede al ser humano, las personas que forman parte de su vida dejan huella en mayor o menor medida según sean el afecto, el tiempo compartido y el mutuo entendimiento. A mí también me ha sucedido, gracias a Dios. Tengo a buen recaudo en la memoria y el corazón, el recuerdo de aquellas que me dieron lo mejor que podían ofrecer sin esperar nada a cambio. Yo nunca hubiera imaginado poder escribir estas líneas pero hoy me invade, inevitablemente, el dulce recuerdo de la encantadora señora que conocí desde niño y quisiera dedicarle mis letras con el mismo cariño que ella me entregó cada instante de su vida.
No era una mujer cualquiera. Nacida y criada en la vieja Castilla, no pasaba desapercibida, ni siquiera para el resto de las mujeres. Era esbelta como el cipariso, fuerte y resistente como el roble asturicense y hermosa como la mañana de primavera que se engalana de rubios soles y níveos azahares. Pero eran sus ojos azules y la mirada serena de su rostro los que le daban esa gracia particular que a nadie pasaba inadvertida; y eran sus maneras y su educación intachable las que le hacían destacar entre todos los que pudieran encontrarse a su lado. Elegante como el vuelo de la golondrina que estrena la vida, y prudente como quien ya sabe con certeza que las respuestas de las cosas terminan siempre por llegar, era también temerosa y fiel a su Dios, al de sus padres y abuelos, y devota entregada al amor de Santa María Virgen a quien se dirigía con toda confianza y dedicación. De Ellos se sentía inquebrantablemente amparada cada hora de su existencia. Y de esa actitud y estilo de vida daba constante ejemplo desde que la conocí siendo muy pequeño y así nos lo transmitió a todos los que tuvimos la fortuna de estar cerca de ella. Maestra de profesión, también fue madre de cinco hijos, abuela de once nietos y bisabuela de tres bisnietos. Tuvo la dicha de disfrutar sobradamente de su cumplida maternidad. A todos nos esperaba siempre en su casa con esa ilusión tan especial que nunca disimulaba, y a todos tenía siempre algo que darnos o decirnos en cada encuentro.
La recuerdo nítidamente en la plenitud de su definitiva madurez, una tarde cualquiera de aquellos años en Cádiz o Huelva, dispuesta a salir a la calle conmigo prendido de su cuidadosa mano. Con cualquier cosa que se pusiera estaba guapa y primorosa, pero acostumbraba a vestir falda larga con camisa y rebequita por encima. Además calzaba zapatitos con su poquito de tacón y medias a juego con todo el conjunto anterior. Y para completarlo, aquel abrigo beige que le cubría hasta las rodillas dándole un aire de distinción y sencillez poco igualable. Así, colmada de tanta belleza, la llevo conmigo en mi equipaje elemental de imágenes imborrables.
Cádiz, Castillo de Santa Catalina en primer término. |
Nada más se pudo hacer por detener aquello que nos la quería arrebatar, y un día como el de hoy, hace ya siete largos años, aquella distinguida joven se marchó de nuestro lado para iniciar su último viaje y no regresar nunca más. En la noche cerrada de aquel mes de mayo, irremediablemente me solté de su delicada mano como balandro que suelta amarras de su último puerto, y sólo pude acudir a Juan Ramón para aprender por fin, aquellos lejanos versos que lograban suavizar su enorme ausencia:
Si quieres que entre las rosas
ría hacia los matinales
resplandores de la vida,
sea lo que Tú quieras.
Si quieres que, entre los cardos,
sangre hacia las insondables
sombras de la noche eterna,
sea lo que Tú quieras.
Gracias si quieres que mire,
gracias si quieres cegarme;
gracias por todo y por nada;
sea lo que Tú quieras.
Lo que Tú quieras, Señor;
Gracias si quieres que mire,
gracias si quieres cegarme;
gracias por todo y por nada;
sea lo que Tú quieras.
Lo que Tú quieras, Señor;
sea lo que Tú quieras.
Huelva, pabellones militares. |
miércoles, 9 de mayo de 2012
Microrrelatos (2): Ocaso
La noche había inundado las calles y éstas se habían quedado
vacías. La gente caminaba apresurada a sus casas. El comercio concluía su
jornada y todo parecía entrar en un lapso de descanso. Hasta el taller del
laborioso zapatero estaba cerrado. El frío cortaba la piel como cuchillo de
acero y sólo quedaba volver al refugio. No había más que hacer. Sopa con
fideos, alguna sobra o simplemente… nada. ¿Qué habría para cenar? Cristóbal, el
viejo mendigo del barrio, con las manos en los bolsillos del abrigo sucio,
volvía a su hogar.
martes, 1 de mayo de 2012
El fin de la crisis podría comenzar hoy
Estornudaron con fuerza en EE.UU. y nos diagnosticaron pulmonía en Europa. Eso fue lo que se dijo en un principio. Los expertos vaticinaban entonces una larga dependencia de la recuperación que experimentaran al otro lado del océano. Sin embargo, el transcurrir de meses y años ha disipado las dudas que hubiera en relación a que nuestras dolencias también eran fruto de los malos hábitos de vida que veníamos acostumbrando desde muchos años atrás. Si no, ¿cómo podríamos explicar que en América se hable hace meses de esa recuperación y aquí, lejos de plantearnos aún ese término, andamos todavía discutiendo cuáles deben ser los fármacos adecuados para tratar al paciente? Evidentemente habrá que decidir nuevas medidas y formas de gobernar, administrar e invertir, nadie lo discutirá a estas alturas. Pero todo ese recetario también habrá de ser acompañado de una buena dosis de cambio en la actitud, en la mentalidad de la población. Tengo serias dudas de cuál de los conjuntos de soluciones planteadas podrá ser más resolutivo y eficaz, pero sí tengo claro que el último es más fácil y veloz de poner en marcha porque es una cuestión personal que nos concierne a cada uno de nosotros, y desde luego debería suponer un más que deseable punto de partida sobre el que iniciar nuestra recuperación aunque sólo estuviese vigente en nuestras mentes. Pero es tan cierto eso de que todo lo que existe en el mundo ha existido previamente en la imaginación de un ser humano, que vale la pena pensar que es posible conseguirlo si empezamos por ahí. Por eso estoy convencido de que hoy podría ser perfectamente posible el comienzo del fin de nuestra crisis, más allá de cifras aterradoras, tendencias, primas de riesgo, calificaciones y demás parámetros económicos que tanta desazón aportan al ciudadano de a pie. Por tanto, si queremos y si nos lo proponemos, debemos adoptar un necesario cambio de actitud y mentalidad. Que nos creamos que podemos y debemos salir de este atolladero en que nos vemos inmersos, es decir, que estamos capacitados y es nuestra obligación. Y cuanto antes mejor… para todos.
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