Habían pasado muchos años, incluso siglos desde que muriera aquel imaginero de la madera. Su nombre había caído en el olvido y nadie imaginaba los prodigios que su gubia había creado para la historia venidera. Sin embargo, el paso implacable del tiempo que todo lo dictamina y todo lo pone en su sitio, quiso revelar al mundo que aquel hombre era digno ejemplo para estar en el mismo lugar que ocupan los grandes que han sido en la historia del arte, la verdadera historia, porque sin duda que es la más humana de todas. Y es que su ciencia, su saber, su arte y su sentimiento le habían permitido crear la más conmovedora y poderosa imagen que se conozca del Hijo de Dios: el Señor que vive en San Lorenzo, el Hijo del Hombre, aquel al que muchos acuden en su desesperación más profunda cuando no les queda nada porque saben que sólo pueden asirse a Él. A Él recurren llamándole Hijo siendo el Padre hacedor de todo, el que todo lo puede con la mirada de las miradas y la firmeza de su zancada.
Querido Luis,
ResponderEliminarEste año, si Jesús del Gran Poder lo permite, espero estar ahí contigo para que me enseñes ese mágico momento.