No es necesario aplaudir, llorar, reír, o gritar cuando te comunican que este año no va a poder ser. No hace falta nada de eso porque no se consigue enderezar lo que casi todos saben de antemano. Es cierto que a lo largo de la historia ha ocurrido decenas de veces y hay que pensar que es cuestión de suerte aunque a estas alturas yo estoy convencido de que esto es muy discutible y hasta me atrevería a decir que merecería un estudio serio y profundo. No descarto que Aquel a quien dedicamos este magno castillo de glorias que dura una semana - lo que dura la vida – nos envíe este caos con todo su amor para avisarnos de que no se están haciendo las cosas bien del todo últimamente por aquí. Sin embargo no deja de ser triste ver desvanecidas las ilusiones acumuladas durante un año y que finalmente no se pueda realizar el sueño de tantas almas sedientas de paz y sosiego. Cada uno de nosotros, y por tanto la ciudad misma, quedaremos con una sensación amarga de sacra orfandad, faltos del sustento básico espiritual para poder avanzar un año más en el camino marcado desde los comienzos. Es duro ver cómo sucede ante nuestros ojos sin poder hacer nada por evitarlo. No hay solución. Pero a pesar del desastre, estoy convencido de que esta prueba nos hace mejores, nos hace crecer por dentro y nos vuelve más fuertes. Esto sucede por alguna razón que se nos escapa, estoy seguro, y si estamos despiertos debemos tratar de aprender y mucho. Sin duda debe ser así.
Sacra y lastimera orfandad.
ResponderEliminarEsta madrugá se ha quedado con algo de cada uno de nosotros,se ha llevado algo que ya nunca recuperaremos, por muy parecidas que parezcan las que estan por llegar...
Me quedo con la responsable y educada forma de aceptar la decisión, de todos y cada uno de los que intramuros de San Antonio Abad encontraron ese remanso de paz interior, que se respiraba en todas las dependencias donde había un primitivo nazareno amparado por el Nazareno y su Bendita Madre.