Era una mañana de la vida como otra cualquiera, bien temprano,
cuando el mundo despierta y descubre que el sol ha regresado. Se habían
levantado de la cama juntos y habían vuelto a mirarse a los ojos sin atisbar
nada nuevo. Todo era del mismo color que habían inventado años atrás y las
cosas seguían en su sitio. Comenzaba un nuevo día de su existencia con la misma
monotonía que les acosaba. Sin embargo, aquella mañana, de repente, algo
distinto sucedió cuando se cruzaron en la penumbra del pasillo. Volvieron a mirarse, entonces lo vieron claro y se detuvieron asustados. No tuvieron más remedio que preguntarse por sus nombres.
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