viernes, 15 de febrero de 2013

Cada cosa a su tiempo y un tiempo para cada cosa

Hace muchos años, cuando mi padre era un niño, una tarde cualquiera del invierno mi abuela se acercaba a su hijo pequeño instantes antes de salir a la calle a jugar con sus amigos y observando su indumentaria le conminaba:

-Antes de irte ponte un jersey que fuera hace mucho frío, no te vayas a constipar.

Y la respuesta de mi padre bien podía ser:

-No, mamá, el jersey no. No me quiero poner ahora el jersey. No me apetece.

Mi abuela no entendía la actitud del jovenzuelo. Para ella estaba claro que era tiempo de ponerse abrigo, era el momento del año para hacerlo y ello admitía poca discusión o ninguna.

Y entonces mi abuela añadía concluyente:

-Claro, hijo, no te lo pongas, tú te lo pones mejor la noche de la Virgen.

En ese momento la cara de mi padre quedaba perpleja ante la perspicaz respuesta de su madre y viendo claro que lo recomendable era vestir jersey, se enfundaba dicha prenda haciendo caso a los sabios consejos maternales.

La mayor parte del mundo está ya inventada. Queda poco por inventar, al menos, en lo que se refiere a todo aquello que durante años, décadas y hasta siglos viene funcionando a las mil maravillas sin atisbo de duda. Muchas costumbres del hombre van de la mano de los cambios naturales que se van produciendo a lo largo del año con la sucesión de las estaciones y las consecuentes variaciones del tiempo meteorológico. Por tanto, el jersey hay que ponérselo cuando toca, en la época de los fríos, y no en otro momento.

Pues como esto que cuento, tantas cosas más en la vida.

Este año, en la Muy Mariana Ciudad de Sevilla, se quiere sustituir el Vía Crucis del Consejo de Hermandades y transformarlo en uno Extraordinario por iniciativa y cortesía de la Autoridad Eclesiástica para celebrar de esta forma tan peculiar el Año de la Fe proclamado por S.S. Benedicto XVI. En todo caso, si lo que se pretende es añadir algo novedoso, también habrá que ser coherente con la forma de pensar propia de cada uno y tener en cuenta el contexto social, cultural y económico del momento. Y por lo visto, leído y oído, no se cumplen las premisas anteriores para la celebración del acontecimiento. Ni se está siendo coherente con la forma de pensar y actuar mostradas con anterioridad, ni se está teniendo en cuenta el contexto social, cultural y económico imperante.


Las nuevas directrices marcadas desde Palacio en los últimos tiempos no están siendo muy dadas a la autorización de procesiones extraordinarias queriendo hacer comprender que los pasos y las imágenes deben salir cuando les toca y no para celebrar cualquier efeméride, porque si no, dejan de ser salidas extraordinarias para convertirse en ordinarias. Sin embargo, sí se permite un evento como el Vía Crucis Extraordinario que supone trasladar 14 pasos a las calles de forma más que extraordinaria –con todo lo que ello comporta en cuanto a logística y organización se refiere-, cuando Sevilla ya tiene inventado su particular Vía Crucis anual el primer lunes de Cuaresma escogiendo a una imagen del Señor que visita la Catedral, rezándose a continuación el ejercicio piadoso en sus naves. Por otro lado, la propia Iglesia, en particular la andaluza, cae en contradicción, para asombro de su grey, cuando en determinadas localidades de la geografía –casos de Huelva y Aracena- se prohíbe taxativamente la celebración de eventos similares al de Sevilla alegando que los tiempos de austeridad que vivimos no invitan a celebraciones de este tipo con la cantidad de gastos que se generan. No sabemos si habrán pensado también en la cantidad enorme de ingresos que se producen por el contrario. Pero ese es otro debate.

Llegados a este punto, es normal que uno se pregunte ¿Por qué en unos lugares de Andalucía se pueden celebrar y en otros no? ¿Acaso no vive también Sevilla necesariamente tiempos de austeridad como el resto de sus provincias hermanas andaluzas? De momento se nos ocurre que todas las diócesis deberían unificar criterios y remar en la misma dirección porque de otro modo el pueblo se pierde y deja de entender al pastor. La que estamos percibiendo estos últimos meses, no es la imagen más deseable de una Iglesia que siempre debe permanecer unida ante su rebaño.

Por otro lado, una vez más, desgraciadamente, las cosas han venido impuestas desde arriba sin margen de discusión o intercambio de ideas y pareceres con los agentes implicados, o sea, las Hermandades y sus representantes. En este mismo blog, hace justo dos años, publicamos el artículo Observaciones al que remitimos hoy al lector para ilustrar mejor este aspecto de la cuestión. No es buen camino imponer y obligar a nada y a nadie, nunca. Hasta la Autoridad Eclesiástica debe cuidar sus maneras y no perder jamás el sentido de la humildad que debe prevalecer en cualquier actuación que tenga.

Sea como sea lo que ocurra, nuestra Semana Santa, nuestros pasos y el sentido litúrgico de nuestras sagradas imágenes, están ya más que inventados desde hace muchos siglos, y no es necesario venir a reinventarlos con nuevas fórmulas porque afortunadamente ya funcionan, sobradamente. Las Hermandades junto con la Santa Madre Iglesia han tenido tiempo de depurar las fechas principales del calendario y las fiestas y costumbres más acordes con su misión catequética a lo largo de esos siglos, aunque de vez en cuando haya que seguir vigilando y corrigiendo actitudes un tanto excéntricas. Y mire usted, se dieron cuenta, felizmente, de que los pasos estaban hechos para salir en Semana Santa porque era cuando les tocaba, justo en primavera; cuando mejor pueden cumplir su misión de recordar al pueblo la Pasión del Señor, y cuando más hermosos se ven por la calle con la luz dorada de la tarde acariciando palios y canastos, con la flor del naranjo perfumando generosamente cada rincón de esta tierra nuestra. Y muy poco más, muy poco más…

2 comentarios:

  1. Buen artículo que te lleva a la reflexión, querido Tanquanovis,
    Los muy “capillitas” y entendidos tendrán su opinión muy definida sobre este magno acontecimiento. Para los que somos meros espectadores cofrades, sería un gran día y una oportunidad única para disfrutar (siempre que el pueblo pueda disfrutarlo). Pero como bien comentas, cada cosa y cada momento tienen su razón de ser, si la pierden, perderán la magia, el embrujo que atrapa a millones de corazones.
    Por otro lado pienso que las imposiciones solo crean cismas y que no corren buenos tiempos para que la iglesia haga alarde de grandiosidad y derroche.

    ResponderEliminar