¿Tú y yo tenemos verdades distintas? ¿Tiene alguien derecho a imponerme sus valos? Conviene conocer el peligro de aceptar una tendencia que considera inexistentes las normas de conducta universales para todos los seres humanos.
Decía Robert Spaemann que: “Las condiciones de supervivencia de la humanidad no están sujetas a votación: son como son”.
Por tanto, ¿existen valores absolutos?
Cuenta Peter Kreeft que un día, durante una de sus clases de ética, un alumno le dijo que la moral era algo relativo y que él como profesor no tenía derecho a imponerle sus valores.
Bien –contestó Kreeft, para iniciar un debate sobre aquella cuestión–, voy a aplicar a la clase tus valores y no los míos. Tú dices que no hay valores absolutos, y que los valores morales son subjetivos y relativos. Como resulta que mis ideas personales son un tanto singulares en algunos aspectos, a partir de este momento voy a aplicar esta: todas las alumnas quedan suspendidas.
El alumno se quedó sorprendido y protestó diciendo que aquello no era justo.
Kreeft le argumentó: ¿Qué significa para ti ser justo? Porque si la justicia es sólo mi valor o tu valor, entonces no hay ninguna autoridad común a nosotros dos. Yo no tengo derecho a imponerte mi sentido de la justicia, pero tú tampoco puedes imponerme el tuyo...
Por tanto, sólo si hay un valor universal llamado justicia, que prevalezca sobre nosotros, puedes apelar a él para juzgar injusto que yo suspenda a todas las alumnas. Pero si no existieran valores absolutos y objetivos fuera de nosotros, sólo podrías decir que tus valores subjetivos son diferentes de los míos, y nada más.
Sin embargo –continuó Kreeft–, no dices que no te gusta lo que yo hago, sino que es injusto. O sea, que, cuando desciendes a la práctica, sí crees en los valores absolutos.
Podemos concluir, finalmente, que es necesario establecer un código referencial de valores universales absolutos y objetivos que nos permita regir nuestra convivencia de la forma más pacífica y equitativa posible.
Peter Kreeft |
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