Cómodamente instalado en un hueco de una calle poco iluminada,
hacía tiempo para comenzar la tarea más importante del año. Pensaba serenamente
en ella a pesar de que sabía que un mar de nervios le acosaba en lontananza. No
era la forma más ortodoxa de hacer las cosas y por eso se sentía como un pobre
fugitivo en la noche, aquélla que para él era la más hermosa de todas las que conocía.
Le aguardaban las horas más solemnes y emotivas del calendario y era
perfectamente consciente de ello. Pronto, las volutas de incienso se elevarían
hasta lo más alto…
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