Además de la que nos han enseñado desde nuestra tierna infancia y después nos hemos encargado laboriosamente de conocer mejor a lo largo de nuestra vida, existen otras Semanas Santas ocultas, menos conocidas en todo caso, que pasan ante nuestros ojos sin que reparemos en ellas para darles el valor que tienen y disfrutarlas. Casi no es necesario que nos detengamos a admirar determinado paso, ni siquiera nos detendremos ante un Cristo sublime o una Virgen cuyo rostro se ha convertido en delicado poema.
Estamos refiriéndonos a algo que creemos todos sabéis, que la Semana Santa es tan rica en matices que cualquiera puede encontrar mil y un motivos a lo largo de los días para configurar una fiesta paralela. En verdad dicen que hay tantas como personas la contemplan, porque el festejo se cuenta como cada uno lo vive. Pero a poco que seamos observadores y pacientes, surgirán ante nuestra mirada detalles, circunstancias y razones de lo más variadas que son las que mejor o peor ordenadas dan lugar a nuestra querida celebración.
Nos referimos por ejemplo a esas pinceladas que se pueden encontrar en cualquier calle de Sevilla como ocurre en esta perspectiva tras el misterio de La Cena en la que el Apóstol de la derecha –San Pedro- parece cobrar vida, después de un año esperando, para asomarse inquieto y quedar pasmado por el gentío que inunda la calle Sol a la salida de la cofradía.
Estamos refiriéndonos a algo que creemos todos sabéis, que la Semana Santa es tan rica en matices que cualquiera puede encontrar mil y un motivos a lo largo de los días para configurar una fiesta paralela. En verdad dicen que hay tantas como personas la contemplan, porque el festejo se cuenta como cada uno lo vive. Pero a poco que seamos observadores y pacientes, surgirán ante nuestra mirada detalles, circunstancias y razones de lo más variadas que son las que mejor o peor ordenadas dan lugar a nuestra querida celebración.
Nos referimos por ejemplo a esas pinceladas que se pueden encontrar en cualquier calle de Sevilla como ocurre en esta perspectiva tras el misterio de La Cena en la que el Apóstol de la derecha –San Pedro- parece cobrar vida, después de un año esperando, para asomarse inquieto y quedar pasmado por el gentío que inunda la calle Sol a la salida de la cofradía.
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También nos llamó la atención el diálogo que mantenía el preste de la misma Hermandad, momentos antes de salir a la calle tras el palio de Nuestra Señora del Subterráneo -lugar de la presidencia litúrgica-, con uno de sus acompañantes minoristas. Conviene fijarse en el atuendo con que están revestidos ambos, de lo más apropiado y solemne en nuestra opinión.
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Quedan otros muchos secretos por descubrir, naturalmente, viendo y mirando con otros ojos…
Laus Deo
Laus Deo
Hermano Tanquan, veo que no se separa usted de su cámara ni un instante. Bonito como siempre.
ResponderEliminar¡Buenas fotos! Me gustan. Me has hecho reir con la Pizca... ¡Besos! Y mañana se lo enseño a Antonio ;) ¡Nos vemos!
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