lunes, 22 de junio de 2020

El imperio de la estupidez, la ignorancia y la vulgaridad

El error imperdonable es haber elegido hacerlo mal pudiendo haberlo hecho bien, incluso teniendo los medios humanos y económicos junto a las capacidades tecnológicas a su alcance para haberlo hecho bien, como se debían haber hecho las cosas. Lo imperdonable es haberlo hecho peor de lo que cabía esperar pudiendo haberlo hecho mejor. Y con el espantoso agravante de que la tragedia está llevándose por delante miles de vidas inocentes a modo de genocidio con el consiguiente e imborrable daño para todos sus seres queridos, por no hablar del impacto económico y laboral que se avecina de forma inminente en España.

Con todo, el enemigo más temible no era ese virus maldito, creado y diseminado sabe Dios por quién o quiénes, sino la terrible y gigantesca ola de decadencia cultural y moral que asola occidente a su antojo y en particular a España. La estupidez, la ignorancia y la vulgaridad han terminado por acomodarse con todas nuestras bendiciones en una gran parte de la población. Dan igual la edad, el sexo, la condición económica, la capa social u otros parámetros. Todo ello en nombre de una supuesta igualdad de razas y sexos, que no de géneros, como tan equivocadamente se está proclamando en estos tiempos. Igualdad que unas veces conviene defender y otras no tanto, según el viento que sople y el interés de quien despliegue sus velas.

Definitivamente la estupidez campa a sus anchas haciendo y deshaciendo, manipulada por la ignorancia arrastrada desde hace décadas fruto de la alarmante degeneración académica y humana auspiciada por los innumerables giros de los planes educativos de nuestros sucesivos gobiernos. Así de claro y así de sencillo. Definitivamente la estupidez invade las calles de nuestras ciudades revestida de la más vergonzosa vulgaridad. Esa vulgaridad que desprecia la excelencia y el esfuerzo en los estudios y en el trabajo, el buen gusto en las maneras y hasta lo bello en cualquiera de sus variadas expresiones. Nada escapa a esos tres espantosos pilares que sostienen esta lamentable y atroz decadencia en la que cada vez nos vemos más inmersos con el pasmoso beneplácito de quienes debieran vigilar y hacer vigilar que no se diera un sólo paso atrás, quizá porque quieran aprovecharla ignominiosamente para terminar de destruir lo que queda de España. La estupidez trae envilecimiento, la ignorancia trae empobrecimiento y la vulgaridad trae embrutecimiento, y fatalmente unidos acaban en odio, vesania y destrucción por dondequiera que pisen.

Mancillar, vandalizar, derribar y pisotear estatuas y monumentos públicos dedicados a personajes de la historia que aportaron su existencia al desarrollo del conocimiento y el progreso de la humanidad en nombre de un cuestionable revisionismo histórico, no conseguirá que su huella se borre, no logrará que su enorme altura histórica desaparezca. No tiene el menor sentido arremeter contra quienes, en el marco del momento histórico que les tocó vivir, hicieron lo que consideraron mejor para nuestra especie, y así se lo han reconocido los siglos venideros y todas las generaciones que los han habitado. Es de pura y lastimosa ignorancia pretender negar siglos de historia, siglos de progreso y avance en el conocimiento del ser humano con sus luces y sus sombras, por supuesto. 

Faltan libros y sobran derribos.

Falta escuchar y sobra gritar.

Falta pensar y sobra quemar.

Falta sentido común y sobra violencia.

Falta cordura y sobra estupidez.

Falta cultura y sobra ignorancia.

Falta excelencia y sobra vulgaridad. 

Jesucristo, Isabel la Católica, Colón, fray Junípero Serra, Cervantes, George Washington, Churchill y tantos otros que ahora ven manchado su nombre y honor por mano de la sinrazón, representan la historia, nuestra historia y nuestro pasado, pero no conduce a nada pretender juzgar el pasado con los ojos del presente como tampoco se puede comparar el pensamiento de alguien que vivió en el siglo XV con el de alguien nacido en el XXI. ¿Hacemos desaparecer también todo lo que tenga que ver con las civilizaciones de Egipto, Grecia o Roma que tanta mano de obra esclava emplearon? Es absurdo e irracional, es negar de dónde venimos y hacernos daño gratuitamente sin recibir nada a cambio.

Esa historia y ese pasado son, a fin de cuentas, los de esta aldea global que hemos consentido en los últimos lustros entre ingenuas sonrisas y aplausos engañosos. Tal vez estemos empezando a darnos cuenta de que no era tan beneficioso ni tan necesario dejar abiertas las puertas de par en par permitiendo que cualquiera entrase, viniese de donde viniese, trajera lo que trajera, incluidos los virus, la estupidez, la ignorancia y la vulgaridad sin límites. 

 


3 comentarios:

  1. Magnífica síntesis de los tiempos convulsos y difíciles que estamos viviendo.

    ResponderEliminar
  2. No puedo entender tanta cerrazón intelectual y tan poca civilización en nuestro tiempo.¿Es que solo somos una manada?

    ResponderEliminar
  3. Mi querido Luís...
    ¿Qué más podría yo añadir, a tan certeras palabras?
    Es lo que nos ha tocado vivir, tras lo votado.

    ResponderEliminar