domingo, 3 de agosto de 2014

El valor de la voluntad

Si partimos de la idea de que la Voluntad es  la facultad que tiene el hombre para decidir y ordenar su propia conducta, pudiendo con ello realizar una acción de forma consciente con la intención de obtener un determinado resultado, es fácil suponer que siendo dueño de su voluntad también lo pueda ser, en gran medida, del devenir de su vida ya que la voluntad es el motor de sus actos. Dice un proverbio que Donde hay voluntad, hay un camino.

Cuando hay voluntad podemos gobernar intencionadamente nuestros actos, decidir con libertad y optar por un tipo de conducta determinado. Por tanto, la voluntad es el poder de elección con ayuda de la conciencia.


Es uno de los conceptos más difíciles y debatidos de la filosofía. La voluntad es fundamental para el ser humano, pues lo dota de capacidad para llevar a cabo acciones contrarias a las tendencias inmediatas del momento. Sin voluntad no se puede lograr objetivos planeados.

Cuando actuamos nos orientamos por todo aquello que aparece como la mejor opción, desde las actividades recreativas hasta el empeño por mejorar en el trabajo, sacar adelante a la familia o ser productivos y eficientes. La voluntad opera principalmente en dos sentidos:

  • De manera espontánea, debido a la motivación y el convencimiento de realizar ese algo, como salir a pasear con alguien, iniciar una afición o pasatiempo, organizar una reunión o asistir a un entrenamiento.
  • De forma consciente, debido al esfuerzo u obligación de realizar determinadas cosas: terminar un informe a pesar del cansancio, estudiar una materia que no gusta o presenta dificultades, recoger las cosas que están fuera de su lugar, levantarse a pesar del sueño, etc. Todo esto representa un ejercicio de voluntad, porque se llega a la decisión de actuar contando con los posibles inconvenientes.


Otra cuestión a tener presente es si se puede simultáneamente observar lo que se desea hacer y además tener conocimiento de las razones por las que se elige hacer eso en lugar de otra cosa. Las interrogantes más profundas sobre la existencia humana giran a menudo alrededor de las cuestiones que se refieren a la voluntad.

El aspecto que llama más la atención es que seamos conscientes de realizar algo con intención a pesar de las adversidades que vienen con la vida, de las dificultades presentes a diario, de los contratiempos muy personales y los oscilantes estados de ánimo de cada uno. La voluntad se pone a prueba cada vez que debemos esforzarnos en realizar ciertas tareas que no son tan apetentes, como terminar un trabajo a pesar del cansancio, estudiar una materia que se nos hace difícil, arreglar la casa, levantarnos temprano, etc.


En muchas ocasiones, algo que iniciamos con toda voluntad, al poco tiempo -sea por dificultades o rutina- puede llegar a convertirse en un verdadero reto. Llegados a este punto nos enfrentamos a la disyuntiva de abandonar o continuar, y entonces vuelve a ponerse en juego nuestra voluntad para seguir.

La voluntad interviene cuando realizamos una serie de acciones para conseguir una meta, con representaciones en la mente sobre algo particular. Puede ser un pensamiento abstracto, un elemento concreto, existente o incluso aparente. Por alguna razón este pensamiento se vuelve valioso y es cuando se transforma en un fin que alcanzar requiriendo un esfuerzo, consistencia, motivación y dedicación para mantener dirigidas las acciones hacia el cumplimiento del objetivo.

La voluntad es el motor de los demás valores, no sólo para adquirirlos sino para perfeccionarlos. Ningún valor puede cultivarse por sí solo si no hacemos un esfuerzo, pues todo requiere pequeños y grandes sacrificios realizados con constancia.


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