Ya se
puede sentir. Podemos olerla en el incienso furtivo que nos abraza embriagador
a la vuelta de una esquina cualquiera, o en el azahar atrevido que llega sin
previo aviso regalándonos el primer e irrepetible olfato acompañado por decenas
de elocuentes recuerdos imborrables. También el oído nos permitirá asegurarnos
de que ya ha llegado, porque en algún momento de la fría noche escucharemos los
sones de un ensayo de cornetas y tambores o bandas musicales. Hasta puede que
Bach, Mozart o Vivaldi se cuelen en tu día a día con las exquisitas notas de su
inmensa obra sacra. Se puede sentir la Cuaresma. También podemos percibirla con
la vista mientras caminamos por la ciudad y observamos en las fachadas de
nuestros templos los carteles con las convocatorias a los innumerables cultos
que celebran estos días las Hermandades de forma casi vertiginosa.
Ha
llegado la Cuaresma. Tiempo de preludio. Proemio cofradiero.
Gran emoción siento esas semanas previas escuchando, con mi mp3, marchas de semana santa cuando paseo por la calle. Ya va quedando menos.
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