Sabed que no somos dignos de desatar la sandalia de su pie. Pero tampoco os afanéis en derramar perfumes costosos sobre él porque no es necesario. Su pie todopoderoso ya nos sostiene con la firmeza impasible de su zancada. No dejéis de fijaros en la dulzura inagotable de su mirada y el ímpetu invariable de su eterno abrazo. Es el Príncipe de la Paz, el Guardián de los Hombres, el León de Judá que cruza solo la Madrugada…
Amen.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo amigo.
Antonio Díaz.