Pasados los años, nada más y nada menos que veinte, sigo pensando que fuimos unos privilegiados por poder estar allí. Parece mentira que haya pasado tanto tiempo y hayan ocurrido tantas cosas en nuestras vidas, en Sevilla y en aquella isla en donde se concentraba tanto mundo, tanto progreso, tanta tecnología y, por supuesto, tanta magia de la buena. Éramos muy jóvenes, con toda la vida por delante y la mente cargada de ilusiones y proyectos vitales que daban razón de ser a nuestras vidas. Aquello suponía un comienzo, un punto de partida para ir construyendo el futuro que se nos venía encima y había que aprovecharlo. ¿Quién no recuerda a Curro, la alegre mascota que entró en nuestras vidas como uno más? ¿Cómo no acordarse de pabellones tan impresionantes como el de Canadá, España, Japón, Rusia, Chile, Hungría, Fujitsu, los del Futuro, Marruecos, Mónaco, México, Australia y un largo etcétera? ¿Cómo olvidar la cantidad de personalidades del mundo de la política y el espectáculo que visitaban cada jornada el Palenque para presenciar los actos oficiales y lúdicos que allí se celebraban? ¿Y aquella cabalgata tan variopinta que amenizaba las tardes o el magno espectáculo nocturno del lago…? En fin, sería un no acabar ir relacionando las sorpresas que pudimos contemplar día tras día.
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La mascota, Curro |
Hoy se cumplen veinte años de su inauguración por SS. MM. Don Juan Carlos y Doña Sofía y parece que desgraciadamente hemos aprendido de aquello muy poco o mucho menos de lo que debiéramos haber aprendido habiendo tenido tanta posible maravilla a nuestro alcance. Es muy triste decirlo, pero en los años sucesivos nunca se cumplieron del todo las grandes expectativas que se vaticinaban para aquella isla de la Cartuja. Fuimos de nuevo los de siempre y no hicimos los deberes como se suponía. Y a pesar de que Sevilla vio cómo la vestían guapa en tan pocos años y la preparaban para entrar con buen pie en el siglo XXI, lo cierto es que hoy vuelve a quedarse atrás, a la cola del progreso y de la vanguardia para hacerse tan provinciana como en otras épocas y tan alejada de la excelencia a la que siempre debió aspirar.
En estos años nunca me ha gustado entrar en la isla porque no me agradaba lo que estaba ocurriendo en ella y cómo estaban cambiando su aspecto sin tener en cuenta un buen aprovechamiento de sus infraestructuras y sobre todo el significado que debía haber tenido para la ciudad como punto de partida para un adecuado desarrollo urbanístico y de la equipación necesaria para una ciudad como debía ser Sevilla. Yo he preferido conservar intacto en mi recuerdo lo que la EXPO supuso como evento de índole internacional, como suceso que determinó indiscutiblemente las vidas de las personas que lo hicieron posible y del lugar en que se celebró. Me quedo con los amigos y mis compañeros de trabajo, con la enorme experiencia que siempre me acompañará y con la magia desbordada por todos sus rincones. Reconozco que muchas veces he procurado evitar pasar por allí para no ver abandonados y degradados lugares que fueron emblemáticos. Hace unos años fue muy duro ver desaparecer el Palenque que se convirtió en mi segunda casa puesto que era mi lugar de trabajo diario. Allí se quedó un pedacito de mi vida junto con innumerables sucesos y recuerdos compartidos con tantas personas profesionales que dimos lo mejor de nosotros mismos para lograr que fueran un éxito aquellos seis inolvidables meses del año 1992.
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Vista general de la Expo 92 |