Otoño de 2004
En 1903 estrena nuestra Archicofradía canasto para el paso del Señor, ornamentado con 44 querubines en actitudes dispares acompañando cartelas variadas y medallones con altorrelieves representando escenas de la Pasión y el Pelícano simbólico. Ejecutaron la talla José Gil y Juan Luis Guerrero siguiendo el diseño del maestro orfebre y escultor José Ordóñez quien también talló los relieves y querubines, para ser dorado el canasto posteriormente por el mencionado José Gil. Por tanto, son ya más de cien años los que lleva esta joya de estilo barroco en la Hermandad. Qué menos que detenernos un poco y aprender algo nuevo de lo que nos ofrece este suntuoso y espléndido canasto.
Me trae hoy hasta estas páginas de nuestro boletín, previo a la Cuaresma, la leyenda escrita que aparece dentro de algunas de esas cartelas que ennoblecen el paso de Jesús Nazareno. Imagino que no serán pocos los hermanos que, habiendo reparado en ella, no habrán sabido comprender su significado.
Se compone esta leyenda de cuatro frases escritas en latín que corresponden a otros tantos versículos repartidos entre el Libro de Isaías, Evangelio según San Juan y Génesis.
Siendo, seguramente, el libro más representativo de la literatura profética, se considera que Isaías es el profeta de la Pasión por las referencias concretas que hace a esta parte de la vida de Jesús. Junto con Job, es el mayor poeta de la Biblia, por sus dotes de composición y de evocación. Su tema principal es la esperanza mesiánica.
Por otro lado, el Evangelio de San Juan es tomado como el más espiritual y profundo en relación a la humanidad de Jesuscristo. Es el único de los cuatro Evangelistas que hace alusión al momento en que Jesús toma su cruz y sale del pretorio con ella camino del monte Calvario.
Respecto al Génesis, el versículo que aquí se trata se refiere al sacrificio que Dios solicita a Abraham pidiéndole a su hijo Isaac. Sostenido por una fe inquebrantable, Abraham carga con la leña para ofrecer en holocausto a su único hijo. Es tarea sencilla adivinar la similitud entre un sacrificio y otro a pesar de la distancia temporal que les separa. En ambos, la obediencia al Padre está presente en todo momento y el cumplimiento de su voluntad por encima de todo.
El significado de estos latinismos bien puede ser entendido como sigue:
(Frontal)
Cuius imperium super humerum eius.
Sobre sus hombros descansa el poder. (Is 9,5)
(Costero izquierdo)
Me trae hoy hasta estas páginas de nuestro boletín, previo a la Cuaresma, la leyenda escrita que aparece dentro de algunas de esas cartelas que ennoblecen el paso de Jesús Nazareno. Imagino que no serán pocos los hermanos que, habiendo reparado en ella, no habrán sabido comprender su significado.
Se compone esta leyenda de cuatro frases escritas en latín que corresponden a otros tantos versículos repartidos entre el Libro de Isaías, Evangelio según San Juan y Génesis.
Siendo, seguramente, el libro más representativo de la literatura profética, se considera que Isaías es el profeta de la Pasión por las referencias concretas que hace a esta parte de la vida de Jesús. Junto con Job, es el mayor poeta de la Biblia, por sus dotes de composición y de evocación. Su tema principal es la esperanza mesiánica.
Por otro lado, el Evangelio de San Juan es tomado como el más espiritual y profundo en relación a la humanidad de Jesuscristo. Es el único de los cuatro Evangelistas que hace alusión al momento en que Jesús toma su cruz y sale del pretorio con ella camino del monte Calvario.
Respecto al Génesis, el versículo que aquí se trata se refiere al sacrificio que Dios solicita a Abraham pidiéndole a su hijo Isaac. Sostenido por una fe inquebrantable, Abraham carga con la leña para ofrecer en holocausto a su único hijo. Es tarea sencilla adivinar la similitud entre un sacrificio y otro a pesar de la distancia temporal que les separa. En ambos, la obediencia al Padre está presente en todo momento y el cumplimiento de su voluntad por encima de todo.
El significado de estos latinismos bien puede ser entendido como sigue:
(Frontal)
Cuius imperium super humerum eius.
Sobre sus hombros descansa el poder. (Is 9,5)
(Costero izquierdo)
Tanquam ovis ad occisionem ducetur.
Como un cordero llevado al matadero. (Is 53,7)
(Costero derecho)
Et baiulans sibi crucem exivit.
Y cargando con su cruz salió. (Jn 19,17)
(Trasera)
Portans lignum holocausti.
Llevando el leño del holocausto. (Gn 22,6)
Nada más real a poco que nos fijemos en el paso del Dulcísimo Nazareno. Acertada y concisa descripción de la escena que portan los costaleros en la Madrugada Santa de Sevilla cuando la Archicofradía hace su estación de penitencia a la Santa Metropolitana y Patriarcal Iglesia Catedral de la ciudad.
A principios del siglo XX, los hermanos de la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla supieron ver en la lengua latina, lamentablemente depreciada hoy día, la forma culta para expresar, con palabras apropiadas, el drama y la dulzura que envuelven a nuestra Sagrada Imagen. Escogieron con esmero y especial interés estos versículos para dejar constancia del significado que tiene para nosotros el instante supremo en que el Salvador acoge amorosamente entre sus brazos la cruz. Porque, tomada con autoridad y señorío desde el primer instante, deja de ser patíbulo para convertirse en trono desde el que ejercer su realeza salvadora a todos los hombres.
Y a decir verdad, si contemplamos su bendito rostro de hombre entregado a la obra redentora, si le miramos a los ojos con sosiego desde el fondo de nuestra alma, es fácil pensar y creer que Él es el verdadero Cordero, ese que, abrazando su cruz arbórea del holocausto, es conducido al martirio llevando sobre sus hombros el poder y el imperio celestial de Dios Padre.
Como un cordero llevado al matadero. (Is 53,7)
(Costero derecho)
Et baiulans sibi crucem exivit.
Y cargando con su cruz salió. (Jn 19,17)
(Trasera)
Portans lignum holocausti.
Llevando el leño del holocausto. (Gn 22,6)
Nada más real a poco que nos fijemos en el paso del Dulcísimo Nazareno. Acertada y concisa descripción de la escena que portan los costaleros en la Madrugada Santa de Sevilla cuando la Archicofradía hace su estación de penitencia a la Santa Metropolitana y Patriarcal Iglesia Catedral de la ciudad.
A principios del siglo XX, los hermanos de la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla supieron ver en la lengua latina, lamentablemente depreciada hoy día, la forma culta para expresar, con palabras apropiadas, el drama y la dulzura que envuelven a nuestra Sagrada Imagen. Escogieron con esmero y especial interés estos versículos para dejar constancia del significado que tiene para nosotros el instante supremo en que el Salvador acoge amorosamente entre sus brazos la cruz. Porque, tomada con autoridad y señorío desde el primer instante, deja de ser patíbulo para convertirse en trono desde el que ejercer su realeza salvadora a todos los hombres.
Y a decir verdad, si contemplamos su bendito rostro de hombre entregado a la obra redentora, si le miramos a los ojos con sosiego desde el fondo de nuestra alma, es fácil pensar y creer que Él es el verdadero Cordero, ese que, abrazando su cruz arbórea del holocausto, es conducido al martirio llevando sobre sus hombros el poder y el imperio celestial de Dios Padre.
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