Leía cualquier cosa que llegaba a sus manos. Aquel apetito voraz
por las letras le dominaba a todas horas. Sólo quería desmenuzar, comprender y
asumir el significado de los acontecimientos mundanos y sucesos de cada día. Y
es que en su tiempo era mucho lo que se podía y debía saber para ser pieza
válida en los engranajes de la maquinaria del mundo que le circundaba. No podía
permitirse quedarse atrás. Para sentir que estaba vivo procuraba no dejar nada
fuera de su entendimiento. Su mente siempre estaba abierta a cualquier referencia
o noticia por minúscula e insignificante que fuera. Así vivía. Sin embargo, con
todo, no era esa su obsesión. Lo que verdaderamente le volvía loco de
preocupación era lo que no se sabía, lo que nunca nadie sabría, por oculto o
inalcanzable.
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