martes, 31 de julio de 2012

La plaga del picudo rojo

Durante prácticamente los dos últimos años Andalucía Occidental se ha visto azotada por una plaga de picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus). Es un insecto coleóptero originario del Asia tropical que ataca la médula de la palmera datilera (Phoenix dactylifera) hasta dejarla seca y muerta. Las palmeras de abanico (Washingtonia filifera) no forman parte de su dieta por lo que las respeta y no las ataca. Es un gorgojo de gran tamaño, de entre dos y cinco centímetros. Su color rojizo ferruginoso lo hace inconfundible. La larva puede perforar galerías de más de un metro de longitud en los troncos. Parece ser que ya en 1994 apareció por Almuñécar, en 2005 en el palmeral de Elche, y en esta ocasión parece que la plaga se introdujo a través de una partida de palmeras importada de Egipto que desembarcó en el puerto de Huelva extendiéndose rápidamente por toda la provincia y las vecinas de Sevilla y Cádiz siendo muy afectada la localidad de Jerez de la Frontera. El picudo rojo tiene una autonomía de vuelo que llega a los 5 kilómetros arrasando todas las palmeras que puede a su paso. Sin embargo, si se llega a tiempo, es posible recuperar ejemplares de palmeras afectadas mediante sucesivos tratamientos químicos durante varios meses. Es un proceso lento y costoso pero se ha conseguido recuperar completamente palmeras que estaban muy deterioradas. El picudo rojo se ha extendido a numerosos países, de África, Europa y América, ajenos a su área de distribución natural, debido al transporte antrópico.

En la imagen adjunta tomada hace pocas semanas en los Jardines del Muelle de Levante de Huelva, se puede observar los tocones de las palmeras que tuvieron que ser taladas en su momento por ser imposible de todo punto recuperarlas mediante tratamiento químico. Siguiendo con el caso de Huelva, de mucha gravedad, hay que recordar que ha sido una ciudad muy castigada al ver muy lamentablemente mermados sus palmerales de la Plaza de las Monjas, Paseo de Santa Fe, Avenida de Hispanoamérica y Jardines del Muelle de Levante ya mencionados.

Tocones de palmera en los Jardines del Muelle de Levante de Huelva

Palmera afectada por picudo rojo

Ejemplar adulto de picudo rojo

Larva del picudo rojo

lunes, 23 de julio de 2012

A veces hay que perder...

A veces perder no es lo peor,

a veces perder puede ser continuar,

a veces perder es volver a empezar,

a veces perder es lo mejor,

a veces perder es como adelantar,

a veces perder significa ganar,

a veces perder es lo mismo que crecer,

y es que a veces, hay que perder…

martes, 10 de julio de 2012

La indefensión aprendida

Ricardo es un biólogo de 30 años que lleva 4 años trabajando para una compañía del sector de la bioingeniería. Su trabajo está muy valorado y está muy contento viendo que es útil para su organización y que la dirección de la empresa cuenta con él por su esfuerzo y resultados. Además, el trato con todos los compañeros de plantilla es excelente reinando una gran armonía entre todos ellos. Sin embargo un buen día le comunican que está despedido, que alguien que se encuentra en una ciudad lejana a la suya o incluso en un país distinto al suyo decide, por determinadas razones, que no debe continuar en la empresa. Alguien a quien no conoce ni va a conocer nunca. Ricardo no entiende por qué le está pasando esto a él y de repente todo aquello en lo que creía se desvanece sin que pueda hacer nada por evitarlo. La próxima vez que vuelva a trabajar en un sitio agradable con un sueldo digno, desempeñando una tarea satisfactoria y con buen ambiente de trabajo, Ricardo no se encontrará tan tranquilo como antes, nada será igual y habrá siempre cierto temor en su interior por que todo se pueda ir al traste en cualquier momento. Eso es la indefensión aprendida. Sentir que por muy bien que hagamos nuestro trabajo, por muy bien que aparenten ir las cosas, por muy bien que todo funcione, cualquier día por circunstancias absolutamente ajenas a nosotros y lejos de nuestro alcance, nuestro equilibrio se puede ver truncado sin sentido alguno. Es sentir que a pesar de todo lo bueno que podamos poner de nuestra parte, nos encontramos indefensos ante decisiones que toman otros por nosotros sin que podamos hacer nada por defender lo nuestro. Como resultado, el sujeto aprende que sus respuestas y los reforzamientos son independientes, llevándole a un estado de incapacidad percibida de resolver las situaciones de amenaza. La indefensión tiene lugar cuando se pierde el control de las consecuencias del propio comportamiento.

Esa es la crueldad de la indefensión aprendida que socava nuestras aspiraciones y nuestras ganas de hacer las cosas bien, genera una tremenda inseguridad e incertidumbre que en nada favorecen que las personas piensen en proyectos de vida a medio o largo plazo. Hoy estás aquí y mañana no. Así de dramático y claro. Al final terminamos preguntándonos si verdaderamente el trabajo y el esfuerzo son realmente valorados, y si vale la pena dar tanto para que, sin razón aparente, nos expulsen de nuestro espacio de trabajo. Vivimos actualmente en un mundo en permanente cambio que cada vez tiene menos en cuenta al hombre como ser vivo emocional. No sólo es necesario que el hombre tenga un puesto de trabajo con el que ganarse la vida en un entono saludable, sino que además es imprescindible respetar su equilibrio emocional que viene determinado por la confianza hacia los que le rodean y sus vínculos afectivos.

Se trata de un tecnicismo propio del campo de la psicología que, desde un tiempo a esta parte, se encuentra de actualidad aplicado a los nuevos hábitos de consumo en los mercados laborales que se han ido afianzando poco a poco en los últimos 20 años. En resumidas cuentas hace referencia a un ser humano o animal que ha aprendido a comportarse pasivamente sin poder hacer nada, y que no responde positivamente a pesar de que existan oportunidades para ayudarse a sí mismo, evitando las circunstancias desagradables. Está comprobado que puede llegar a estar relacionado con depresiones clínicas y otras enfermedades mentales que son fruto de la percepción de la ausencia de control sobre el resultado de una situación.


miércoles, 4 de julio de 2012

Microrrelatos (5): Déjame que viva

Era joven. Con enormes ganas de vivir y recorrer el mundo. Sin embargo todo eso parecía encontrarse más lejos que nunca. Su tiempo pasaba muy despacio y eso le permitía darse cuenta mejor de las cosas que pasaban a su alrededor. Podía fijarse más tiempo de lo normal en los sucesos cotidianos y luego sacaba conclusiones mucho más ajustadas a la realidad de los hechos. Sin embargo, era justamente el tiempo el que le acosaba sin descanso, día y noche. Todos los días tenía esa y otras luchas permanentes que eran las que precisamente le mantenían vivo. Pero también le robaban lentamente el ánimo. Nada parecía cambiar. El torbellino no cesaba y él estaba dentro sin poder salir.