jueves, 2 de diciembre de 2010

Doña María Coronel

Al comienzo de este último mes del año he querido cumplir con una antigua tradición sevillana: visitar el cuerpo incorrupto de Doña María Coronel que permanece expuesto a los fieles cada 2 de diciembre. Así nos cuenta la historia, con aderezos de leyenda, cómo ocurrieron los hechos que dieron con nuestra protagonista en el Monasterio de Santa Inés.

Doña María Coronel era hija de Alfonso Fernández Coronel, que fue copero del rey Don Pedro I de Castilla, para unos el Justiciero y para otros el Cruel. Su esposo era Juan de la Cerda. Debido al enfrentamiento del monarca con sus hermanos bastardos los Trastamara Coronel y Juan de la Cerda, cayeron en desgracia ante el rey que los mandó matar tras lo cual se apropió de sus posesiones. Don Pedro se enamoró locamente de la belleza de Doña María que al quedar viuda se refugió en el Convento de Santa Clara para huir de su acoso. Allí mandó el rey a sus esbirros a buscarla. Doña María hizo que la enterraran a los pies de la Torre de Don Fadrique que dice la leyenda se cubrió de matas de peregil y este prodigio la ocultó. También cuenta la leyenda que luego fue el mismo rey al Convento a buscarla y tras tormentosa persecución, en la cocina de ese lugar Doña María vertió aceite hirviendo sobre la hermosura de su rostro quedando desfigurado para siempre.

Muerto Don Pedro a manos de su hermano Enrique el de las Mercedes, Doña María Coronel recuperó algunas de las casas de su padre y fundó en ellas el Monasterio de Santa Inés, de monjas franciscanas clarisas, en 1374, donde murió monja el 2 de diciembre de 1411.



Una vez dentro, podremos disfrutar de la belleza del interior de la iglesia con sus magníficos azulejos. En lo alto de la reja del coro se encuentra el retrato de la heroína que realizó Valeriano Becquer. Precisamente en este entorno imaginó su hermano Gustavo la leyenda de “Maese Pérez el organista”. Pocos saben de la existencia de una reliquia de una de las once mil vírgenes de Colonia que se guarda dentro de un pequeño cofre colocado en el hueco de uno de los muros de la nave.

Al acabar de rezar por el eterno descanso de Doña María Coronel, he concluido mi visita no sin antes dirigirme al torno para adquirir una bolsita de los famosos bollitos que preparan las hermanas clarisas que son tan exquisitos como el resto de sus especialidades.

1 comentario:

  1. Cuanta sabiduría encierra esa mente que tiene V.M.
    Yo tambien estube allí, deleitandome con la paz interior que se percibe nada más cruzar el dintel de la puerta. Y por supuesto me llevé dos bolsitas de las magníficas sultanas de coco, que tanto gustan a mi hija Inma.

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