lunes, 1 de marzo de 2010

Pensamientos sobre la foto tomada al Cristo de Burgos en su iglesia.

Miércoles Santo de 2007.

La foto, por la cual tuvimos el honor de recibir un premio destacado en un certamen fotográfico celebrado en la Primavera de 2007, representa una vista del Cristo de Burgos tomada desde la parte de atrás de su paso. Está tomada el Miércoles Santo de 2007 por la mañana cuando la iglesia de San Pedro abre sus puertas para que sus pasos sean visitados y admirados por todos aquellos que lo deseen.

La talla pertenece a la Hermandad del mismo nombre. Es un crucificado muerto, un Cristo que lo ha dado todo, un Cristo que ya ha expirado y entregado el espíritu. No queda vida en él. El cuerpo abatido está absolutamente relajado y la cabeza cae del lado derecho.

Llama la atención lo conmovedor que resulta observar precisamente la caída de todo el conjunto de la cabeza con esa dolorosa corona de espinas finas y alargadas junto con las potencias doradas. La cabellera reposa lánguida sobre el cuello y la espalda. Diríase que se asemeja a una pobre flor marchita.

Una poderosa fuente de luz emana desde la parte superior derecha de la foto e inunda generosamente la imagen ofreciendo un juego de luces y sombras que realzan el misterio y el dramatismo que irradia la escena.

Es obvio que la imagen cristífera acapara toda la atención, pero también me sugiere mucho la presencia del segmento de cruz que recorre la escena verticalmente. Porque es la muerte hecha vida, es decir, los brazos abiertos del Señor, combinados con el trozo de stipes que va hacia arriba, sugieren un árbol que crece con tres brazos firmes y robustos a partir de los que nacen el resto de las ramas. Es todo un símbolo de vida eterna frente al patíbulo o leño de la muerte. Es el árbol del que nace la Iglesia universal.


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