De repente abres los ojos y regresas a tu dimensión espacio-temporal. Donde casi
todo tiene forma y nada se puede dar por hecho. Vuelves a darte cuenta de que
has estado hablando otra vez con el mismo hombre de siempre, sentados con calma frente
a frente. Luz y verdad. Justo un día como el de hoy. Y tú sabes perfectamente
que él lo ha escogido como lleva haciéndolo desde el primer día de tu
existencia. El último resplandor de confianza cruza solemne el sentido hasta los dominios de tu
corazón. El último apretón de manos se clava certero en tu memoria más secreta.
Luz y verdad. Nada más.