Fueron
treinta pasos azul ligero
como
treinta aldabonazos de hierro
en
el débil torno de la conciencia,
treinta
huellas de arena sepultadas
en
la orilla amiga del mar prestado
como
treinta versos limpios nacidos
a
viva razón de sentido amparo.
Llegaron
treinta gigantes custodios
de
una ausencia desvalida, señores
de
la luz en soledad por frontera
como
treinta surcos de amor en tierra,
treinta
lunas de plata vieja ocultas
como
fueron treinta antiguas monedas
del
cielo doliente esperando ayuda.