Dicen que siempre las contemplaba embelesado y que no salía de su asombro
cada vez que reparaba en los pequeños detalles del hermoso vestido que lucían
para la visita anual que le cumplían.
La primera vez llegaron acompañadas de una joven dama del norte sabedora de
la enorme desgracia que reinaba por entonces, y esa dama fue la que tan
amablemente les presentó. Pero cuando aquel fatalismo sin nombre cesó, ellas mismas
decidieron continuar su tarea y con toda su belleza regresaban al mismo lugar y
en las mismas fechas para recordarle sin descanso lo que nunca debía olvidar,
bajo ningún concepto, pasase lo que pasase.
Dicen que él siempre aguardaba impaciente y que las recibía dedicándoles
todos sus desvelos, deseoso de volver a escuchar, una vez más, aquel trascendental
mensaje que jamás dejó caer en el olvido.