Me horroriza el caudal de sinsentidos que inunda nuestra civilización día tras día con el agravante de que va en aumento vertiginosamente. No puedo evitar basar mi análisis doméstico desde el punto de vista de este país nuestro que se sigue llamando España a pesar de todo.
Alguien ha sentenciado hace muy poco que somos un país de ciudadanos maleducados e ignorantes lo cual nos acarreará problemas de gran calado. Y creo que si resulta ser verdad el diagnóstico, se trata de un torpedo directo a la línea de flotación de nuestra nave que la hundirá lenta e inexorablemente en las cenagosas aguas de la ignorancia y la vulgaridad. Porque en una sociedad como la nuestra en la que ya sabemos que la comunicación es el poder, nos hemos acostumbrado a ver cómo circulan ante nuestros ojos cantidades tremendas de información a través de tantos medios dispuestos al alcance de nuestra mano, sin que ello signifique que toda ella sea veraz y fiel a la realidad. Muy lejos de ser cierto, mucha información está adulterada de antemano, mucha sobra porque no es necesaria, porque no aporta nada positivo al individuo, al contrario, lo embrutece, lo envilece y lo empobrece. No se trata de acudir a la censura, es como mínimo, cuestión de higiene y de estética. Todo eso que sobra, que hace daño y que está podrido cae en manos de la ignorancia y si lo mezclamos peligrosamente con la mala educación, llega a ocasionar verdaderos trastornos a la sociedad que constituimos. Nos hace daño a todos porque a la larga socava y corroe los pilares éticos e intelectuales que deben sustentar una nación que se precia de estar en el privilegiado “club” de las desarrolladas. Hemos prescindido de nuestra capacidad de comunicarnos verbalmente y pensar con libertad para entregarnos ante una televisión que nos lo da todo mascado, y hemos cambiado leer un libro de Vargas Llosa, escuchar una sinfonía de Schubert o dar un paseo a la orilla del mar por infinidad de aparatos electrónicos que nos encierran y aíslan en mundos ficticios amparados bajo el dosel del bienestar y la comodidad. La vulgaridad, la ignorancia y la falta de educación generan un enorme caldo de cultivo en el cual campa a sus anchas la información falseada y desvirtuada. Como resultado tenemos ciudadanos mal informados, desorientados, sin criterio, sin elemento de juicio, es decir, borregos en la urbe que no responden a la voz del raciocinio más elemental sino a la de la vulgaridad, la insensibilidad, la deshumanización, el consumismo voraz y mil desgraciadas cosas más.
Vale la pena que hagamos algo desde hoy para evitar esta hecatombe antes de que sea peor e irreversible. ¡¡¡Hagámoslo…!!!
¡Cuánta razón tienes!
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