lunes, 27 de mayo de 2013

José María Pemán

José María Pemán y Pemartín, nació en Cádiz en el año de 1897. Novelista, poeta, dramaturgo, guionista, ensayista, escritor, articulista y orador español que se significó por su conservadurismo católico. Cultivador de todos los géneros literarios, destacó por su teatro poético y sus comedias de ambiente andaluz. Su tradicionalismo religioso y sus convicciones monárquicas lo convirtieron en representante de los sectores conservadores. Falleció también en Cádiz en 1981.

Dejamos una hermosa muestra de su obra en este poema:


Yo sé que estás conmigo

Yo sé que estás conmigo, porque todas

las cosas se me han vuelto claridad:

porque tengo la sed y el agua juntas

en el jardín de mi sereno afán.


Yo sé que estás conmigo, porque he visto

en las cosas tu sombra, que es la paz;

y se me han aclarado las razones

de los hechos humildes, y el andar

por el camino blanco se me ha hecho

un ejercicio de felicidad.


No he sido arrebatado sobre nubes

ni he sentido tu voz, ni me he salido

del prado verde donde suelo andar…

¡Otra vez, como ayer, te he conocido

por la manera de partir el pan!



José María Pemán

domingo, 12 de mayo de 2013

¿Existe el mal?

Se trata de una cuestión enormemente trascendente para el hombre, con un fondo abismal capaz de rebasar las mayores capacidades del ser humano. La posible existencia del mal, sus orígenes, sus efectos y consecuencias en la sociedad, y por supuesto, la forma de combatirlo hasta erradicarlo si ello fuera posible. Esta es, quizá, de las mayores batallas metafísicas que lleva librando la humanidad desde la noche de los tiempos. Habrá quien afirme que comenzó con aquel lejano mordisco a la manzana y la posterior muerte de Abel.

El mal es una condición negativa relativa atribuida al ser humano que indica la ausencia de moral, bondad, caridad o afecto natural por su entorno y quienes le rodean. Actuar con maldad también implica contravenir deliberadamente los códigos de conducta, moral o comportamiento oficialmente correctos en un grupo social, usando la astucia. Desde el punto de vista del bien humano, es lo que no ha de existir. A pesar de eso, no hay parte de la vida humana en la que no se sienta su presencia y la discrepancia entre lo que es y lo que ha de ser. El sufrimiento humano y la maldad todavía aparecen como esencialmente opuestos al esquema general del desarrollo natural y son difícilmente reconciliables con cualquier idea o concepción de unidad o armonía en la naturaleza.

Podemos decir que al hombre afectan directamente dos naturalezas distintas de mal: el físico y el moral. El mal físico se refiere a todo aquello que causa daño al hombre, lesión corporal, frustración de sus deseos naturales, impedimento del pleno desarrollo de sus poderes, sea en el orden de la naturaleza, directamente, o a través de las variadas condiciones sociales, bajo las que la humanidad existe naturalmente. Males físicos directamente debidos a la naturaleza son: la enfermedad, un accidente, la muerte, etc. La pobreza, la opresión y algunas formas de enfermedad son casos de mal, que surgen de la imperfecta organización social. El padecimiento mental, como la ansiedad, la desilusión, el remordimiento y la limitación de la inteligencia, que impiden a los seres humanos alcanzar la total comprensión de su medio ambiente, son formas congénitas de mal, y cada una varía en carácter y grado, según la propia inclinación natural y las circunstancias sociales.


Por mal moral se entiende la desviación de la voluntad humana de las reglas del orden moral y la acción que resulta de esa desviación. Este es el mal que depende de nosotros, de nuestra conciencia, de nuestra libre elección, de nuestra entera voluntad. Este es el mal que podemos elegir, o no. Nace cuando usamos nuestra libertad no para hacer el bien, sino para buscar un fin egoísta que implica dañar a otros. Es la fuente de muchos dolores y angustias de la humanidad. Cuando procede exclusivamente de la ignorancia, puede no ser clasificada como mal moral, que está restringido propiamente a los actos de la voluntad, hacia los fines que la conciencia rechaza.


Nuestra naturaleza está determinada por contener la inclinación hacia el mal en nuestro interior. Las posibilidades del mal en nosotros existen pero pueden ser combatidas por el dominio de la voluntad, es decir, podemos elegir libremente hacer el mal o no, hacer el bien o no, podemos elegir dejarnos dominar por el mal y vivir a su servicio. Por tanto, se puede concluir que el mal existe y existe dentro de cada uno de nosotros. Podemos ser capaces de lo mejor y de lo peor porque potencialmente estamos diseñados para ello, para cualquiera de las dos elecciones. Pero el resultado final vendrá determinado únicamente por nuestra libertad a la hora de decidir voluntariamente qué camino tomar en cada ocasión. Todos tenemos un lado oscuro más o menos oculto, pero nos cuesta mucho aceptarlo porque a nadie le gusta pensar que es malo por naturaleza. Todos rechazamos esa idea.



¿Y por qué existe el mal?

Una primera aproximación, suficientemente razonable, puede ser que existe para que necesariamente exista el bien. Porque el mal es un estado de ausencia del bien lo mismo que la oscuridad es la ausencia de luz o el frío la ausencia de calor. Si no existiera el mal no sabríamos darnos cuenta de la presencia del bien. Sin embargo, sigue siendo demasiado caro y trágico que el mal se manifieste en el sufrimiento de algunos para que otros sepan apreciar lo contrario, es decir, el bien. A veces, a lo largo de la historia, ha sido desmedido el mal causado por el hombre para hacer ver a otros el valor del bien. Por tanto, el mal que puebla la Tierra, existe porque el hombre lo elige para que habite entre nosotros. Es libre elección nuestra. Pero también podemos elegir el bien con la misma voluntad con la que elegimos el mal. Si queremos el bien, tenemos que hacerlo libremente, eligiendo libremente. Porque si el soplo de Dios nos otorgó libre albedrío, es fácil pensar que Dios no nos fuerza a elegir el bien. Al contrario, quiere nuestra elección libre. ¿De qué le serviría una elección forzada u obligada?

Dios creó al hombre libre, es decir, con el poder de decidir lo que hacemos, con el poder de hacer el bien o hacer el mal. Precisamente porque nos creó con un alma, nos da la libertad de hacer el bien o el mal. Tan grande es su amor que no interrumpe nuestra libertad. Quiere que nuestras buenas acciones y nuestro amor sean puros, auténticos y reales, y que vengan de nosotros mismos libremente. Esa libertad es la que determina el mal que depende de cada uno: el mal moral. Ya se ha visto que con él podemos causar daño a otros. Pero Dios, no lo impide, pues, de lo contrario, tendría que quitarnos la libertad.


Sin embargo, es muy alto el riesgo que nace de esa libertad, pues permite que puedan surgir a lo largo de la historia hombres como Hitler, Stalin o Mao. Pero no hemos de olvidar que esa misma libertad es la que hace que pueda existir también un Francisco de Asís, una Madre Teresa de Calcuta y un Papa Juan Pablo II. A cada uno le toca decidir de qué lado se va a colocar en la historia de la lucha entre el bien y el mal. Desde que Cristo vino al mundo, la opción por el bien es posible para todos: sólo tenemos que seguir su ejemplo de amor redentor.

Si queremos luchar contra el mal del mundo, debemos comenzar por nosotros mismos, por nuestro propio mal, el que afecta a cada uno en su interior. Sólo nosotros somos los responsables de combatirlo en este mundo, y lo haremos contraponiéndole el bien. Cristo, con su amor a nosotros hasta la muerte en la cruz, nos muestra que el sufrimiento es inevitable en esta vida, pero que puede ser una cosa buena, y hasta causa de redención eterna. Si queremos el bien, tenemos que hacerlo libremente, eligiendo esa opción por nuestra voluntad.



jueves, 2 de mayo de 2013

Gutierre de Cetina

Gutierre de Cetina fue un poeta español del Renacimiento y del Siglo de Oro español. Nacido en Sevilla en el año de 1520, en el seno de una familia noble y acomodada, vivió un largo tiempo en Italia, en donde fue soldado a las órdenes de Carlos I. En ese país entró en contacto con la lírica petrarquista que tanto habría de influir en él. Pasó mucho tiempo en la corte del príncipe de Ascoli, al que dedicó numerosos poemas, y frecuentó también a Luis de Leyva y al insigne humanista y poeta Diego Hurtado de Mendoza. Adoptó el sobrenombre pastoril de Vandalio y compuso un cancionero petrarquista a una hermosa mujer llamada Laura Gonzaga. A tal dama está dedicado el famoso madrigal que ha pasado a todas las antologías de la poesía en castellano.

En 1554 volvió Cetina a España y en 1556 marchó a México, donde ya había estado entre 1546 y 1548, con su tío Gonzalo López, que se dirigía allí como contador general. Allí se enamoró otra vez de una tal Leonor de Osma, y bajo su ventana fue herido de muerte en 1557 por un rival celoso, Hernando de Nava, en Puebla de los Ángeles.

He aquí una muestra de su obra en su célebre madrigal:


Ojos claros, serenos…

Ojos claros, serenos,

si de un dulce mirar sois alabados,

¿por qué si me miráis, miráis airados?

Si cuanto más piadosos,

más bellos parecéis a aquel que os mira,

no me miréis con ira,

porque no parezcáis menos hermosos.

¡Ay tormentos rabiosos!

Ojos claros, serenos,

ya que así me miráis, miradme al menos.

Gutierre de Cetina